Visitas de la última semana

miércoles, marzo 26, 2014

Deportados

Llegué a México a las 21:30 horas. Había en el aeropuerto el mismo ajetreo de siempre. Pasajeros yendo y viniendo con pasos apresurados arrastrando sus maletas de rueditas. Algunos bajando de prisa de los autos; otros subiéndose en ellos. Yo caminaba a la zona de taxis para abordar uno que me llevara al hotel. Me detuve un momento para buscar la fila del anden tres de donde siempre salen los taxis que normalmente uso. En esta tarea estaba cuando se me acercó un joven como de 25 años. Vestía camisa a cuadros de manga corta combinada con un pantalón de mezclilla deslavado. Su apariencia era la de un sujeto de clase media venido a menos. Cargaba en la espalda una mochila negra muy pequeña en la que apenas cabría una muda de ropa veraniega. Se me figuró que su indumentaria no encajaba en aquel entorno plagado de turistas, jóvenes esnob y ejecutivos de pasarela. Me abordó con timidez y me lanzó sin preámbulo previo el siguiente relato: "Acabo de ser deportado por la migra de Estados Unidos. Me dejaron en custodia con las autoridades de aquí desde ayer. Mi hermano y yo duramos detenidos 24 horas y apenas nos liberaron hace un par de horas. Nuestro capital lo compone tan sólo lo que llevamos encima. Nos deportaron junto con otros veinte Sudamericanos. No podemos salir y no sabemos que hacer o a quién acudir. Un policía federal nos aconsejó no salir del aeropuerto porque nuestra condición nos haría vulnerables afuera. También nos dijo que no podíamos permanecer mucho tiempo aquí porque nos íbamos a meter en problemas. Nos recomendó pedir ayuda por teléfono a algún conocido pero la verdad es que no conocemos a nadie. Mi nombre es Rodrigo, soy de Ocotlán Jalisco y juro por Dios que nunca nos hemos visto en un estado de desamparo como el de ahora. Llegamos a Estados Unidos hace dos meses. El primer mes mi hermano Alan y yo compramos un carro y se nos hizo fácil sobreponerle unas placas ¡Que gran estupidez! El segundo mes lo pasamos en prisión por esta mala idea. El mismo día que nos liberaron nos subieron al avión que nos trajo a botar aquí. Traíamos 20 dólares que sirvieron sólo para mitigar un poco el hambre. Estamos desesperados. Hemos solicitado ayuda a varias personas de aquí. No hemos conseguido nada. Solo malos tratos. Mientras escuchaba la desventura de Rodrigo advertí la presencia de una persona que nos miraba insistente. Estaba como a cinco metros de distancia y pude apreciar el sorprendente parecido que tenía con Rodrigo. Su cara denotaba preocupación. Rodrigo le hizo una señal tranquilizadora con la mano. Esbozó una sonrisa forzada y desapareció entre la gente. Es mi hermano -dijo diligente Rodrigo. Somos gemelos". De alguna forma que no alcancé a comprender, Rodrigo me vio como una isla pequeña perdida en un Océano enorme. Isla a la que se aferró con una alta dosis de fe, cansado de andar tanto tiempo a la deriva. Sus esfuerzos estaban concentrados en regresar a Ocotlán y volver junto a la inagotable fuente de tibieza que nos brinda el amor familiar.

martes, marzo 18, 2014

Ida y vuelta a Balancán

Ayer estuvimos en Balancán Tabasco. Fuimos al sepelio de Doña Flor; señora muy querida por la familia Burelo. Fuimos Doña Maty, Maty Jr, Gladis y Yo. Hicimos dos horas y media desde Villahermosa hasta Balancán. Pasé cinco horas ante el volante de la minivan de Maty. Salimos de Villahermosa como a las 8:30 AM y llegamos a Balancán a las 11 AM. Durante la mayor parte del trayecto (ida y vuelta), nos acompañó una lluvia ligera bastante terca. Toda nuestra estancia en Balancán la pasamos resguardandonos de un aguacero de intensidad variable. A veces era una lluvia suave y fina, como los hilos de una telaraña; otras veces era una lluvia áspera y tosca, como los hilos de un costal de ixtle. Gladis fue la más previsora de todos; como siempre sucede. Su sensible barómetro interior le aconsejó llevar ese día, con todo y nuestras descaradas burlas, un abrigo de lana gruesa. A los ojos de los demás, nada en el cielo parecía anunciar lluvia. El aguacero nos tomó a todos por sorpresa. En esta ocasión solo Gladis sonreía. Tuvimos que hacerle frente vestidos sólo con unas raquíticas ropitas de verano muy delgadas. Eso si, aunque mojados y ateridos, nos alcanzo el ánimo para comprar mojarras para comer todo un mes; mojarras criadas en las tranquilas y arenosas aguas del río Usumacinta. Este río es muy traicionero -me comentó Quézia, nieta de Doña Flor, mientras contemplábamos pasar su lento y pesado caudal ocre desde el costado del malecón. Cada año cobra a Balancán un tributo en ahogamientos. La mayoría de los ahogados son estudiantes adolescentes con la sangre saturada de testosterona y deseosos de reafirmar su masculinidad ante sus iguales. Con este objetivo en mente se internan en sus aguas aparentemente tranquilas intentando cruzarlo a nado. Nada se puede hacer por ellos cuando a la mitad del río los sorprende un calambre en alguna de sus extremidades motoras. En estos casos la ayuda llega a ellos demasiado tarde; el río los engulle rápido y se los lleva lejos. Aquí mismo se celebra anualmente la pesca del robalo -continuó Quézia. En esta competencia, la parte del río en la que estamos ahora  se llena de embarcaciones con sus tripulaciones dispuestas a sacar el robalo de mayor peso que les haga ganar la competencia. Las embarcaciones bajan al río para ser botadas al agua por aquella rampa que se ve allá. Luego toman posiciones en el río que cada tripulación selecciona con una dosis más de fe que de técnica pesquera. Mientras Quézia me contaba todo esto yo miraba un grupo de aves negras que nadaban perezosas por la superficie rizada del Usumacinta. Sobresalían del agua sólo sus cuellos y cabezas que en ocasiones desaparecían también. En las riberas y meandros del Usumacinta, que lo asemejan mucho a una serpiente gorda en continuo movimiento, se pueden ver pequeñas áreas de maíz y hortalizas que las personas laboriosas siembran entre una creciente y otra. Salimos de Balancán como a las 5 PM con la promesa de regresar a comer carnitas y chicharrones el fin de semana posterior a la Semana Santa.

domingo, marzo 02, 2014

Alex Jr 1

Ayer mis papás me llevaron a mi clase de estimulación temprana. Este es un lugar al que acuden muchos niños de mi edad a hacer un montón de cosas que a veces resultan divertidas. Esta vez hubo magia: hicieron aparecer en el aire unas esferas transparentes que parecían de cristal. Eran como pequeños espejos redondos que se mantenían sin ayuda de nadie suspendidos en el aire. Mientras estos globitos transparentes permanecían flotando a nuestro alrededor, cambiaban de color como los calamares: a veces eran verdes, a veces azules, otras veces rojos o amarillos. Cuando una de estas esferas traslúcidas se me acercaba mucho a la cara podía ver en su superficie curva unos monitos que se parecían mucho a mi mamá y a mi. Luego, cuando quería tomar una de estas bolas para verlas más de cerca ¡zas! ¡desaparecían! Se esfumaban como por arte de magia. Mi mamá y yo nos dimos a la tarea de hacerlas desaparecer con ahínco conforme iban apareciendo. Las había grandotas y pequeñitas; a mi me gustaban las grandotas porque eran más fáciles de agarrar y porque al desaparecer dejaban en mi mano una sensación fresca y chispeante como pringas de sal de uva en un vaso con agua. Cuando yo esté más aventajado en mis clases de estimulación temprana sabré muchas cosas más. No hay duda que así será. Sabré por ejemplo que a estas esferas se les conoce con el nombre de pompas de jabón. Claro, sabré también que la palabra pompa se utiliza para designar aquella parte del cuerpo que utilizamos para sentarnos; por eso, y para evitar malas interpretaciones, yo mejor les llamaré burbujas de jabón. También sabré que los colores con los que se visten las burbujas de jabón son los mismísimos colores que el arco iris utiliza para hacernos brotar los suspiros. Mis clases de estimulación temprana me animan a aprender cada vez más y mejor, y esto es lo que yo quiero. Como ya dije antes, soy una persona que tiene grandes aspiraciones. Así, cuando yo sea grande y tenga barba como mi papá, y me conozca la ciudad de cabo a rabo como mi mamá, podré conocer y disfrutar al máximo uno de los descubrimientos más grandes de la humanidad: la metáfora. Sólo entonces podré gozar de la herencia que nos han dejado tantos sabios que ya se fueron; herencia que este mundo, saturado de información, mucho desdeña. Quisiera (como mi abuelo Mario intenta), además de conocer el significado de las palabras, conocer algún día el significado de las ideas, ó memes, como los definió Richard Dawkins en su ensayo "el gen egoísta". Me gustaría mucho poder conocer las metáforas desde mi más temprana juventud como aquellas tejidas en los versos de "cantares" que escribió el gran poeta español Antonio Machado:

...yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón

N del T. Ustedes dirán que este Machado era un loquillo ¿Amaba los mundos sutiles? ¿cuántos mundos conocía el Sr Machado pues? ¿No andaría persiguiendo extraterrestres como Jaime Maussan? No, nada de eso. Los poetas se toman siempre holgadas libertades para construir sus propias metáforas. Aquí por ejemplo, si nos atenemos al refrán tan conocido que dice "cada cabeza es un mundo"; entonces, desde mi muy particular y humilde punto de vista, "los mundos" son "las personas". De aquí se desprende suponer que el poeta amaba realmente a poquísimas personas, puesto que en este recochino mundo, todos sabemos que es difícil encontrar personas que simultáneamente sean: sutiles, ingrávidas y gentiles...como pompas de jabón.