Visitas de la última semana

martes, julio 31, 2007

Continuando con mi niñez

Mis recuerdos de la Soledad están fragmentados; como si la parte de mi cerebro responsable de su resguardo hubiera sido afectada por la inactividad como luego pasa con las películas de celuloide al ser almacenadas por periodos prolongados en condiciones desfavorables. Grandes secciones de película se borran quedando una serie de imágenes desarticuladas que saltan sin sentido en la pantalla entre grandes espacios en blanco. Los recuerdos de esa época que aún bailan en mi interior, es seguro que en su momento causaron en mí una gran impresión a juzgar por el tiempo que han estado vigentes resistiéndose al olvido o al desplazamiento de vivencias posteriores.
Recuerdo 1.
Veo a lo lejos un camión de redilas dando tumbos sobre un camino polvoriento que serpentea en la ladera de una loma. Corro junto a otras personas (niños tal vez) para ver de cerca ese objeto desconocido que se desplaza lentamente sobre unas ruedas negras y gordas. No sé porqué razón tengo la reminiscencia de que su carrocería era de color rojo; sus redilas blancas estaban cubiertas con una lona verde chamagoso. Su aroma inconfundible me atraía porque era distinto a cualquier otro conocido. Aquella troca marchaba trabajosamente, bamboleándose pesadamente aquí y allá, siempre produciendo un grave ronroneo como de inconformidad. Su carrocería rechinaba conforme avanzaba en ese camino harto difícil por el que su conductor aventurero lo empujaba –creado solo para el libre tránsito de burros, mulas y caballos. Fue la primera vez que vi un vehículo motorizado. En aquellos años el único medio de transporte en la Soledad era la remuda, y la cabecera municipal (Huejuquilla) estaba a varias horas de camino a paso de caballo.
Recuerdo 2.
Estoy de pie en la parte trasera de un camión de redilas que está en movimiento, no tengo idea si vamos o regresamos. Disfruto ese momento. Marchamos por un camino angosto de terracería; algunas veces tenemos que esquivar una rama impertinente que ha invadido parte del camino. Me gusta la sensación del aire fresco azotando mí rostro, el suave zangoloteo que producen las muelles del camión por el suelo irregular, el olor de la mala combustión, la visión del mundo a esa altura y a esa velocidad. Me siento feliz y afortunado. Es la primera vez que me subo a un vehiculo motorizado. No se cuanto tiempo transcurrió entre el recuerdo 1 y el recuerdo 2, tal vez 6 meses, quizá un año… ¿o será más?

domingo, julio 29, 2007

La soledad Jalisco

En los primeros meses de 1965, con mis 6 años cumplidos, estaba muy lejos de sospechar que mi vida iba a dar un giro antes de terminar el siguiente año. Recuerdo que en esta época disfrutaba de las cosas simples que la naturaleza tenía a mí alrededor. Mucho me divertían las cosas triviales que la vida del campo me ofrecía. La Soledad era un asentamiento de casas desperdigadas que no rebasaba el centenar y que estaba dividido en dos partes por un río que desembocaba en una pequeña presa. En las márgenes de esa presa, mi papá cultivaba hortalizas como la cebolla. En ese lugar, me daba gusto contemplar a los patos nadando apacibles en aquel estanque de agua color ceniza, retozando, aleteando, graznando, y esporádicamente hundiendo sus cuerpos plumíferos en aquel líquido fresco en busca de su alimento; escuchaba el ruido que producía el agua al azotar repetidamente sus pequeñas y tímidas olas contra la tierra fangosa que les servía de contención. Todo esto me producía un estado de relajación que ayudaba a echar a volar mi imaginación. Aún me veo caminando en aquel terreno semiblando, agrietado por el sol de mediodía, mientras fantaseaba con derribar un “tildío” (especie de ave) lanzandole terrones blandos que casi siempre (cuando lo hacía) se desmoronaban en el aire. Del campo recuerdo la frescura y la escarcha matinal de los pastizales, las liebres esbeltas corriendo y saltando ágilmente entre los arbustos; el suave crujir de las hojas secas de los robles bajo el pié inconciente de los caminantes; el chicloso barro rojo que en época de lluvias se formaba en las márgenes del río y con el que creaba mis propios frankesteins; las gallinas a las que les robaba su producción de huevos para sorberles el contenido a través de agujeros apenas perceptibles; el desgranamiento a mano limpia del maíz, los nopales, las tunas de castilla, los talayotes, el deshierbe de la milpa con su plaga de abrojos y tomatillos. En esos años, los juguetes que me divertían eran fabricados con mis propias manos. Así, un simple recipiente de aluminio, que originalmente sirvia para contener sardinas, se convertía con ayuda de un hilito y una gran dosis de imaginación, en un flamante camión de carga que transportaba guijarros y tierra. ¡Las noches en el campo!, no hay nada parecido. Las estrellas lucen brillantes sobre un cielo plagado de constelaciones. Vi estrellas fugaces, un cometa reluciente con su cola majestuosamente desplegada (probablemente el Ikeya Seki) y posiblemente fui testigo de las primeras naves espaciales orbitando la tierra, adelanto tecnológico desarrollado con fines propagandísticos por las potencias protagonistas de la guerra fría con el propósito de convencer a la humanidad de las bondades del comunismo y/o capitalismo (claro, yo estaba muy lejos de pensar en esto). Nunca imaginé que un año después dejaría esta buena vida para siempre y solo regresaría a ella una vez en los próximos 40 años. El plan original según me cuenta mi hermana Toña, era emigrar a la costa de Nayarit, lugar en que mi papá planeaba ganarse la vida cosechando tabaco. Pero antes de llegar a ese destino, optaron mis padres por visitar a su hija Toña que estudiaba y trabajaba en la ciudad de Guadalajara. Ya en la capital de Jalisco, mis hermanos emitieron su opinión e inclinaron la balanza para que mis padres probaran suerte en la perla tapatía. Lo demás es historia.

sábado, julio 28, 2007

Liberando el estrés

Hemos recorrido ya el primer tercio de la estación de invierno y el sol esta iniciando su tránsito por la constelación de cáncer. Es época de lluvias y de vacaciones escolares. Empiezan las migraciones de los citadinos a las provincias turísticas de siempre y los provincianos, inician su propio éxodo a las grandes ciudades de su preferencia. Los noticieros dan fe del abandono de las ciudades; todos sus habitantes se dan a la tarea de buscar una salida que los aleje de su origen y los haga olvidar la rutina del trabajo. Para los que se quedan, surge invariablemente el sentimiento de que se están privando de un derecho universal y sagrado. Los que no salen, sienten que el descanso se les niega. Afortunadamente no me eclipsa ese sentimiento, además de no haber tiempo ni dinero. Ni modo, me tendré que conformar con ver noticias por tv tan vizarras como la que se dio a conocer hace días: Chichén Itza , una de las nuevas maravillas del mundo está en un terreno que es propiedad privada. Quién no se divierte además con el famosísimo cuento chino y sus 205 millones de dólares, dinero que dice le guardó al PAN bajo la amenaza de “copela…o cuellos”. No hay duda, mejor que los cuentos mexicanos… solo los chinos.

miércoles, julio 25, 2007

Precaución: Neuronas trabajando

Cuando me sale al paso un problema que tiene el potencial de hacer daño, inicialmente tengo el control para pensar o no en él. Si la solución no se me revela rápidamente y ya agoté las líneas de investigación obvias, entonces (y sin mi autorización), se me enciende automáticamente un interruptor en la cabeza que le ordena a las neuronas trabajar febril y dedicadamente en el asunto. En adelante, mi voluntad se ve relegada a segundo término y toda mi capacidad de hardware y software se pone a merced de los procesos electroquímicos de mi masa encefálica. Este proceso agotador continúa hasta que resuelvo el problema, o bien, hasta tener la certeza de que no tiene solución viable. Mientras la solución no aparece, se me niega el dormir y el comer. El estomago se olvida de hacer bien su trabajo, no escribo, tampoco leo, y lo que es peor, no puedo controlar nada de esto. Soy un camicaze. ¿Habrá alguien que se salve de este proceso?.

martes, julio 17, 2007

La granja

Mantener mascotas en la casa requiere de mucha paciencia y responsabilidad. Siempre se me ha recriminado mi poca disposición para aceptar animales en casa, sin embargo, con todo y eso los hay. No he estado conforme con la vida que le hemos dado a nuestras queridas mascotas. En más de una ocasión me he sentido responsable de la poca atención que les dedicamos. Vivimos en una colonia privada en la que no es conveniente que los perros caminen libremente por sus calles. Por esta razón, niño y patón han venido resintiendo la migración de nuestros hijos. Ya no hay nadie en casa con la suficiente energía como para darles un paseo por las áreas verdes de la colonia y den rienda suelta a su olfato. Definitivamente son parte de la familia, pero pareciera que son familiares de segunda, confinados la mayor parte del día (por no decir todo) en un área restringida. Niño ya es un anciano casi ciego. Es incapaz de encontrar por si mismo su propio plato de comida. Patón, su compañero inseparable, tiene un tumor en la cabeza que esperemos no sea maligno. La vida de ambos se reduce a ladrar a toda alimaña que se acerca, a comer y a dormir. Eso si, tienen su ventilador que los refresca en épocas de calor, su propio cuarto con patio amplio, y de vez en cuando, Gladis les arrima una palangana con agua y hielo en la que patón se regodea cuando el sol calienta en serio. Aún así, pareciera que esta mala atención que proporcionamos a nuestras mascotas es solo una percepción mía. Pareciera que nuestra casa tiene una especie de atracción que los animales no encuentran en otros hogares vecinos. Nuestra vecina (que vive a dos casas de la nuestra) tiene un particular gusto por los animales de granja. Primero trajo un par de gansos. Estos emplumados adoptaron nuestro jardín como su hogar, así sin más. Gladis protesta por las “gracias” que dejan diariamente en su puerta, en su corredor, en su cochera, etc. En otras ocasiones tiene que correr tan rápido que el cotón le vuela debido a que creen estos avechuchos que la impertinente bípeda ha violado su espacio vital, entonces la persiguen como auténticos energúmenos. Pedro ya les hizo hasta su chapoteadero ¡Háganme el favor! Poco tiempo después aparecieron también en nuestro jardín un gallo y su consorte la gallina, y también les gustó nuestro jardín como su lugar de caza favorito en donde engullen gusanos e insectos que da gusto verlos. Hace apenas unas pocas semanas, empezamos también a recibir la visita de un perro chihuahueño negro, muy pizpireto y desinhibido, perteneciente a la misma vecina. Esta pelota de tenis con patas pareciera como si espiara escondido a que alguien abra la puerta de nuestra casa para colarse como bólido sin que se pueda hacer nada por detenerlo. En una ocasión en que llegaba del trabajo, alcancé a ver de reojo que esta pelota negra me seguía cautelosamente y se ubicaba atrás de mí a la hora que me disponía a abrir la puerta. Entonces miré rápidamente hacia atrás desde mi derecha para hacerle notar que lo había descubierto, pero no vi nada. Me dispuse a entrar, y después de cerrar la puerta por dentro, me di cuenta con sorpresa que el perro maleante ya andaba olfateando dentro de la casa todo lo que se interponía en su camino. Después, Gladis me informó que eso mismo se lo había hecho a todos. Solo falta recibir la visita de patos, guajolotes y marranos. Haber cuando.

domingo, julio 15, 2007

Marisol

Mi sobrina Marisol se casó el día de ayer. Recuerdo que de niña le gustaba tener siempre el reverso de su mano sobre sus labios. Siempre silenciosa. Este hábito era un refugio lleno de confort al que acudía toda vez que quería seguridad. Ahora ya no necesita sustraerse del exterior mediante este recurso. En nuestra última conversación escuche a una mujer segura, receptiva y tolerante, que defiende con respeto sus creencias. Aquél primer hábito ya quedó atrás, aunque a veces se le rebela. Espero que le vaya bien en esta nueva etapa de su vida. Será hora de aplicar lo que ha aprendido y convertirlo en oportunidades para su futura prole. Hubiera querido estar ahí acompañando a Chuy y a Adelita. Felicidades mi Sol.