Visitas de la última semana

lunes, marzo 15, 2010

Fiesta Teca

Hoy amaneció el día despejado y brillante. Nuestros nuevos vecinos han estado de fiesta desde el sábado. Los invitados son en su mayoría descendientes de la etnia Zapoteca del Istmo de Tehuantepec Oaxaca. Esta cultura se distingue por sus mujeres trabajadoras e independientes y también por sus proverbiales y duraderos festejos. En sus celebraciones (bautizos, bodas, cumpleaños, etc.) es frecuente ver a mujeres (mayormente adultas) bailar con otras mujeres, mientras los hombres platican motivados por una pila de cartones de cerveza en un extremo, y una hielera bien grande y rebosante de botellas de cuartito en el otro. Por lo general los festejos duran toda la noche y se prolongan hasta la madrugada. Luego viene el recalentado (consumo del guiso sobrante del homenaje anterior) cuya duración fluctúa según los días de asueto que tengan disponibles los invitados y homenajeados. Es costumbre que los invitados lleguen con cartones de cerveza u otras artículos de consumo, sobretodo etílicos, con el fin de ayudar a engrandecer (o prolongar) el regocijo y la convivencia. Es de reconocer el esfuerzo que todos ellos hacen por conservar sus tradiciones. Conozco ingenieros petroleros que hablan el dialecto zapoteco y les encanta utilizarlo cuando se encuentran con un paisano. Ellos se alegran cuando escuchan “la zandunga” igual que yo me alegro cuando escucho “el son de la negra”. Ellas con su tocado de flores, vestidas con tradicional vestido amplio estampado con motivos florales de colores muy vivos, luciendo con garbo sus brazaletes, cadenas y aretes de oro, muy grandes, gruesos y seguramente pesados…En la tarde vi un gavilán en vuelo con la presa entre sus garras. Esta anodina presa era un ave de color negro. En Guadalajara, cada noche escuchaba el ulular de las sirenas, probablemente ambulancias, tal vez patrullas; hoy, cada tarde y noche escucho en Reforma el incesante trino de las aves.

miércoles, marzo 10, 2010

El eucalipto

Tenía 12 años en 1972. Eran tiempos de revueltas estudiantiles y represiones de estado. Estaba abierta la herida de los acontecimientos en Tlatelolco y aún estaban frescos los hechos del Halconazo del jueves de corpus. Mientras yo, ajeno a todo ese reverberar social, desconectado totalmente de todo cuanto ocurría más allá de mi barrio, más allá de la escuela o de la familia, vivía felizmente en mi calle ocupado exclusivamente en mis canicas, con mi yoyo o el trompo según correspondiera a la moda adolescente del momento. Fue en aquél tiempo que reparé en una vara de escasos 30 centímetros de altura que se alzaba temblorosa de entre los breñales de nuestra jardinera, que era en aquel entonces un puro terregal. Sus contadas hojas brotaban de las ramitas enclenques como avergonzadas, o tal vez con miedo que los ventarrones las arrancaran de cuajo de aquel tallo escuálido plantado de mal ganchete por trabajadores del Ayuntamiento de Guadalajara. Ocurrió el día en que sus ramitas se me hicieron buen escondite para ocultar mi canica buscando esconderla del tiro certero de mis adversarios de juego. Años más tarde (y muchos juegos de por medio después) me enteré que era un eucalipto, y muchos años más adelante (las canicas hacía mucho tiempo habían caído en el olvido), supe que estos árboles alcanzaban alturas considerables. En mi estancia reciente en Guadalajara, apoyé mi mano en más de una ocasión en el tronco de este eucalipto. En la actualidad mide aproximadamente un metro y medio de circunferencia y su altura rebaza los 20 metros. Tendría mucha más altura de no ser por Don Pedro que hace años le dio una buena podada al considerarlo un peligro durante las tormentas y ventarrones. Calculo que andará por los 40 años de edad. Poco tiempo de vida considerando los muchos años que dura este árbol originario de Australia capaz de crecer en cualquier sitio y soportar cualquier circunstancia. Este árbol de fuego (así llamado por su fácil combustión) fue testigo y centinela silencioso de nuestra familia durante el tiempo que vivimos bajo su sombra. Ha sido utilizado a lo largo de estos años como respaldo, candil, macetero, perchero, sombrero, referencia, cuaderno, y un sinfín de cosas más. La corteza rugosa de su tronco luce hoy llena de cicatrices, recuerdos dejados por manos impacientes cuyos dueños conversaban cobijados bajo su sombra.

domingo, marzo 07, 2010

Un final y un recomenzar


Adelante hermana

jueves, marzo 04, 2010

Percance carretero

Llegamos el martes a las 2 am de Guadalajara. Tardamos 19 horas en hacer el recorrido hasta Reforma, recorrido que deberíamos haber hecho en 16. La razón de esto fue un percance carretero sucedido a las 4 pm en la caseta de la autopista arco norte de San Martín Texmelucan Puebla. Al momento de parar el coche (Gladis iba al volante) para pagar la cuota por el uso de la autopista, un tráiler dio unos empujones a la parte posterior del coche abollando notoriamente la cajuela. Tardé unos segundos en darme cuenta de por qué el coche reparaba de aquella manera tan fea (tenía poco de haber despertado de un sueño de más de una hora). Frena! Frena! Urgía a Gladis aún somnoliento y sin entender lo que pasaba al mismo tiempo que veía como con cada reparo nos acercábamos peligrosamente al coche que teníamos enfrente. No sé en qué momento caí en la cuenta que la fuerza de empuje que experimentábamos venía del exterior, tal vez fue la mirada desesperada de Gladis viendo por el retrovisor que me forzó a voltear la cabeza hacia atrás y ver la inmensa cabina de un tráiler que abarcaba todo el vidrio trasero del coche para darme cuenta cabal de lo sucedido. Después de los intercambios verbales preliminares con el causante del desaguisado y después de que aceptara hacerse responsable del accidente y sus consecuencias, a insistencia suya acepté seguirlo a su base a donde entregaría su carga distante 15 minutos de donde nos encontrábamos. Esperamos a los ajustadores de las aseguradoras durante 2 dilatadas horas en una calle de terracería en medio de una polvareda de antología de esas que sabe regalar tan prolijamente los meses de febrero y marzo. Resulta que los ajustadores no daban con nuestra ubicación. Mientras que hacía esfuerzos por perseguir a la gente para que me dieran santo y seña del lugar en que nos encontrábamos y trasmitirlas a su vez al ajustador, el polvo entraba sin ninguna restricción por ojos, nariz y boca. Eran las 7 pm cuando estábamos cruzando Puebla en un coche que tenía la cola chueca y que a pesar de todo respondió muy bien el resto del trayecto. Después de todo tuvimos la suerte de nuestra parte puesto que el resultado bien pudo haber sido peor.