Visitas de la última semana

domingo, enero 29, 2017

Un día cualquiera

Escribir un suceso en un día determinado y a una hora específica, es capturar una instantánea en el tiempo que será única e irrepetible puesto que inmediatamente se convertirá en pasado inamovible que pronto se olvidará. Se me figura que es como lanzar un mensaje al mar en el interior de una botella, nadie sabe a cual playa acudirá, ni en qué momento del futuro, un distraído caminante se topará con ella y la destapará. Pueden transcurrir horas, días, meses o años antes de que este hecho se convierta en realidad. La persona que la encuentre y la destape probablemente desconozca el idioma del mensaje o se interese más en la botella que en su contenido, pero el mensaje en su interior, que sera como una cápsula viajera del tiempo, sobrevivirá. El mensaje no tiene que ser importante para el mundo o para un grupo de personas en particular, inclusive podría ser importante o tener significado únicamente para su autor. Así, por ejemplo, podría contarles que en este momento estoy escribiendo esta nota una tarde de domingo, mientras estoy sentado plácidamente en el acojinado sofá de la sala de mi casa. Decirles que en este día en Villahermosa está nublado y lluvioso. Platicarles que llegan a mí desde afuera, los sonidos chispeantes de pequeños escurrimientos que la lluvia nos ha dejado regados con sus tupidas gotas gordas desde la madrugada. Se escucha también uno que otro pregonero anunciando sus mercancías con voz aguda que acompaña con chillantes pitidos de corneta mientras avanza lentamente por las calles anegadas. Sobresale de entre el murmullo del goteo constante de los canalones, el agudo piar silvante de las aves y el grave ronroneo que acompaña el desplazamiento incesante de los coches. Les puedo contar que recién descubrí que la joven Elvia, la tímida y silenciosa ayudante de Gladis, le gusta susurrar canciones en zteltal mientras trajina trastos en la cocina. Observo a Gladis bajar con lentitud garbosa las escaleras con su bolsa café colgada en su hombro izquierdo lista para salir de compras al supermercado. Me informa que se le antoja comer enchiladas con cecina que venden en el restaurante el “negrito”. Iremos pues sin demora a comer esa delicia.

sábado, enero 28, 2017

Corte de caja

Pedro y Ale se fueron a sus respectivos lugares de acogida. Pedro a Guadalajara y Alejandra a NY. La casa vacía nos regresa a Gladis y a mí a la rutinaria realidad en la que generalmente viven los matrimonios de cierta edad avanzada. Mi realidad actual es pura movilidad. En mi porvenir inmediato se avizora un cambio de dirección a todas luces inevitable. La brújula apunta cada vez con mayor determinación hacia territorio Tenochca. Ante este horizonte tan neblinoso, el talante de Gladis es similar (así lo estimo) al semblante que tenía Malinche la víspera de su marcha a Tenochtitlán. La ventaja es que nosotros no cruzaremos las cumbres de maltrata ni el pico de Orizaba a pie como ella las cruzó en el siglo XVI. Kory, su esposo Alejandro y mi nieto del mismo nombre de 3.5 años de edad, están a pocos días de emigrar también a territorio Azteca. Mi queridísimo nieto extrañará el delicioso pozol y los exquisitos guisos de su abuelita pero conocerá también los sabores de nuevas delicias culinarias como las guajolotas acompañadas de atole calientito. Ale está a punto de matrimoniarse. Creo que su soltería terminará en este mismo año. Pensar en ello me trae cierto desasosiego por la tendencia xenófoba, racista y antiinmigrante del nuevo presidente de EU que ha despertado mediante su loco discurso fascista, nacionalista y narcisista la verdadera naturaleza de sus hooligans connacionales y la ha dirigido belicosamente contra todos los mexicanos. Pedro está pasando por una etapa de cambio. Está permutando sus hábitos y redireccionando sus obuses que ya no son de salva. Mientras escribo esto, llegan a mí (de una casa vecina) las notas de la canción “lo que te queda” de Los Solitarios que fue un éxito en mi adolescencia. Espero que no sea un presagio. Mi suegra Maty se fue al municipio de Rayón Chiapas. Recién vi una foto que la muestra tendida en un sofá con un gorro de tejido azul y cubierta de pies al cuello con una cobija lanuda gruesa. En Rayón hace mucho frío en esta época del año. Dobby y la Nena, que así se llaman nuestro perros chihuahueños, retozan en en su casita del patio abrigados entre frazadas y almohadillas. Pachis, nuestro andariego gato de pelo color miel está perezosamente echado en el sofá, seguramente recuperando fuerzas antes de emprender su diario recorrido nocturno en su familiar territorio urbano. Paco, nuestro loro, está quieto y sospechosamente silencioso. Afuera, la quieta noche envuelve las casas y se distrae con la cháchara de los noctámbulos de siempre.

sábado, enero 21, 2017

Semana movida

El pasado sábado por la mañana tenía tareas personales que atender en el centro de Villahermosa. Trabajar en ese fin de semana no era una opción para mí. Antes de las 9:30 am de ese día algo pasó en Tula Hidalgo que cambiaría radicalmente mi programa en Villahermosa. El teléfono sonó y la voz apremiante al otro lado de la línea, que por cierto venía desde Coatzacoalcos Ver., me desencaramó violentamente de mi sueño y de mi cama. Tienes que estar en Tula hoy, me comunicó con ceremoniosa frialdad aquella voz que presagiaba tormenta. Gladis, acostumbrada a los desplantes que, un día sí y un día no, nos hace mi muy voluble trabajo, me pregunto:
-¿Ropa para cuantos días?
-Para una semana, respondí con el tono del que ya no quiere queso...
-¿Ropa de trabajo, ropa formal o ropa informal?
-Tres mudas de ropa de trabajo y dos mudas de ropa informal. Esta vez no me apetecía vestirme de Sr. Godínez.
A las 7 pm estaba pisando tierra en Tula de Hidalgo y de allí arranqué directo y sin demora a ver el asunto que me trajo tan a la pela vacas desde Villahermosa. Casi al terminar el día, como a las 11 pm, caí en la cuenta de que había olvidado mi cepillo de dientes en casa. Por razones que desconozco, en Tula tuve que bañarme con agua fría durante tres días seguidos con una temperatura ambiente de 6 grados Celsius. El miércoles, mientras viajaba al D.F. me sentía afortunado de no haber pescado una pulmonía con esos terribles baños que me dejaban el cuerpo entumecido por espacio de varios minutos. Dos días en el D.F. y cuatro baños con agua caliente fueron suficientes para hacerme un mal en las vías respiratorias. El viernes, recién llegado a Villahermosa, lo primero que hicimos Gladis y Yo antes de llegar a casa, fue visitar al doctor. Ahora, en este nuevo sábado, 7 días después de aquella ingrata llamada, el único plan que tengo es seguir al pie de la letra las indicaciones del médico.

viernes, enero 06, 2017

De Huejuquilla a La Soledad

“Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga” Nos han dado la tierra. Juan Rulfo.
Salimos de Huejuquilla el viernes 30 de septiembre poco antes de mediodía. El trayecto de Huejuquilla a La Soledad es una aglomeración de cerros y valles escarpados de escasos asentamientos humanos. El cielo estaba despejado y corría un aire fresco. Donde quiera que los ojos se posaban encontraban matorrales en floración. Es la época en que explota la clorofila y hay en los campos un arrebato de flores silvestres. El fondo de cada valle conduce arroyos transparentes que abrazan las piedras formando orlas de espuma blanca a su alrededor. Después de media hora de manejar en la estrecha carretera pavimentada, llegamos a una bifurcación en el camino. Calculé que nos encontrábamos como a la mitad del recorrido. Uno de aquellos ramales continuaba pavimentado y el otro era terracería. Obviamente elegí la desviación pavimentada. Me tomó 20 metros advertir, después de salvar la primera curva, que la carretera había sido engullida por un manto verde de huizaches. Después de descolgar los ojos de aquellas ramas espinosas, desandamos el camino hasta llegar de nuevo a la bifurcación. El día anterior había llovido y el sendero de terracería se había transformado en lodo. A partir de allí, el chasis del carro optó por hacer una decidida protesta que expresaba mediante unos chirridos que me helaban la sangre. En la Cuesta de Yugos la situación del chasis se tornó más machacona; el chirrido inicial se convirtió pronto en un continuo martilleo al azotar el fierro contra el empedrado del camino. Yugos; nombre muy acertado para esta condenada cuesta tapizada de cantos rodados del tamaño de sandías. Mi boca descanso de expulsar conjuros y jaculatorias cuando llegamos a la cima de la escabrosa cuesta de Yugos. A partir de allí las condiciones del camino mejoraron parcialmente: con la ayuda de los vehículos que nos cruzaban, el carro adquirió pronto el aspecto de chiquero de cochino. Todo se me olvidó cuando alcanzamos el llano. Entramos a una área plana y despejada. Hasta allá lejos, en el horizonte, se distinguían los cerros azulados que rodeaban aquel llano grande. Sentí una grata sensación de libertad, de silencio y de nostalgia. En la lejanía, me pareció ver a un niño güero como de 5 años que vestía un raído pantalón corto. Totalmente abstraído, arrastraba mediante un cordón de ixtle una lata de sardinas llena de guijarros.

miércoles, enero 04, 2017

Las Bolitas


El tiempo es vida, y la vida reside en el corazón dice Michael Ende en su novela Momo. Aforismo que me recordó el modo en que empleé mi tiempo vivido. Puedo jurar ante la tumba de “niño” (nuestro difunto perro boxer) que mi tiempo fue utilizado todo en las bolitas. La bolita es un término que utilizamos en la época de estudiantes para referirnos al grupo que nos reunía en las horas de receso. Aún recuerdo con nostalgia algunos nombres de mi bolita de primaria, secundaria, bachillerato y universidad. Pertenecí a bolitas que yo elegí aunque también hubo otras que no elegí. Ejemplos de las que no elegí son mi familia o mis compañeros de clase. Sin embargo, las bolitas con las que yo me relacioné por elección propia fueron muchas y de muy diversa catadura. Mi vida ha sido una sucesión de bolitas encadenadas como vagones de ferrocarril en cuyos pasillos me hice adicto en menor o mayor grado a algo. En cada bolita aprendí o desaprendí algo, avancé o retrocedí algo, mejoré o desmejoré algo. Ahora entiendo que las bolitas son al individuo lo que los ecosistemas son a la flora y a la fauna. Vivimos dentro de ellas en equilibrada simbiosis compartiendo los mismos recursos disponibles en su interior: nos facilitan o nos complican la vida. Clasificando a las bolitas actuales en orden de popularidad y apetencias podría citar a: los hidalgos caballeros de la barrica redonda, la liga popular de los saltimbanquis de fiesta, la organización democrática de los sereneros anónimos, la congregación de bailarines de zumba o la asociación internacional para la conciencia del nirvana. Así pues, el tiempo es vida, y la vida reside en la bolita.