Por largas semanas he dejado de entrar a esta bitácora. No es que me haya olvidado de ella, es sólo que el trabajo me ha absorbido con más ímpetu el ya de por si aporreado seso. Llego a la casa apenas con el gas suficiente para comer. Lugo, me dirijo al sillón de mis afectos con la firme intención de meterme en la cabeza algunos sustantivos y adjetivos como esos que supo combinar tan bien Juan Rulfo en su magnífico llano en llamas. Por lo general, antes de terminar la primera página del libro en turno las alucinaciones oníricas toman el control de mí conciencia llevándosela quien sabe a dónde mientras mis buenas intenciones se quedan junto a mis carnes botadas como cosas sin valor. Después que el alucine y mi conciencia hacen sus desmanes bajo una absoluta anarquía regresan frescos como grama de madrugada a reencontrarse con aquel cuerpo pachoncito que dejaron inconsciente.