Visitas de la última semana

lunes, abril 29, 2013

La Feria Choca

Advierto de antemano a mis queridos y potenciales lectores, que esta es lectura solo para chocos. Si no lo eres, te solicito encarecidamente que te agencies un diccionario con chocobulario incluido. Quedas advertido.

En estos días de feria tabasqueña uno busca con desespero un lugar con sombrita para aconcharse y sacudirse el agalambamiento de la calor. Pero uno se amacha tanto con querer ir a la feria al grado de armarle un soyenco pancho de anaguado a quien se quiera oponer. Claro, después anda uno por ahí babeando, rojo como un tomate y con la lengua de fuera, como cuando uno se jimba varias jícaras de pozol con harto chile amashito. Con este guatao de calor el cemento es como una fridera que le sancocha a uno canillas y carcañales. Dan ganas de guindarse de una amaca en las ramas de un cocoite y no apearse de ahí hasta que el gegen o el tábano le zumben a uno por la mollera. Luego está el apretujamiento y el batuquiadero de la gente que le pone a uno bojincho el bushón. Después de caminar un rato entre el bonchao anda uno todo cachureco con las canillas tembleques y el carcañal adolorido. El sudor le hace a uno chacualear al caminar, transformando el ensayado paso de arrecho en un desgarbado trote de cholenco cimarrón. No falta que en una de tantas vueltas se tope uno de frente con Doña Esa que habla como dando graznidos de chachalaca y empiece a cushilear hasta el cushul de su vecino Don Frijol. No encuentra uno las horas de sentarse entre cojollitos para jondearse un chorote bien frío con mucha oreja’e mico y un bushel de cuijinicuil con pinta de chanchamito. En lugar de esto anda uno todo pasmado y papujo por los rayos del sol que caen a la pelavaca dándole a uno pescozones y piñazos que se sienten como majaguazos con gruesos y nudosos chiribitos. Deverasmente, este caldeado ajetreo desguanza y desvalaga los ánimos, y multiplica el deseo de embrocarse en una pila de agua fría. El cayucao de gente que viene a la feria es variado: los hay chelos, murushos, chencos, bushones, cachurecos, chintos, arrechos, chujos, desguanzados, bojinchos, bolos, ashushados, anaguados, agalambados, chechos, ñengos, papujos, pasmados, y más. Lo peor de todo es que de tanto dar vueltas, te dan ganas de wishar después de haberte jondeado un pocao de micheladas, y no se diga si te da el ingrato pringapie después de haberte atipujado un platao rebosante de rico y excelente ajiaco. Ni hablar si comes frijoles charros, entonces deberás resignarte a los triquitraques y aventazones que te dejarán la trusa aposhcaguada, shuquienta y chejeada ¡Iche kareca! Después de esto cualquiera queda como labaza de tunca, lleno de shis a cupache. Después de turuntunear el día entero entre tanta gente y calor uno queda mas que zorimbo, tembeleque y turulato, dejando el cuerpecito toshito de entusiasmo y con tutupiches en los ojos. Con el último shishito de vigor de tanto salamerear, seco por la regasón de sudor, ajado como pushcagua de carnicero y oloroso a huevo puque, me voy ancá los amigos para retornar a casa ¡Ah diantre! Llega uno a casa sin fuerzas ni para achichiguar al misho ¡Hay ya Tú! ¡Hay mojo tileco! La energía solo alcanza para levantar el totoposte y el tajo de queso fresco y acaso una pirishada de caldito con arroz y presa en un pote muy pichicato ¡Trasqué, prestale un refresco a la tendera antes de que me atragante! ¡Adiuuuuu!

jueves, abril 25, 2013

Las puertas de la percepción

Hace un par de meses me tope con un libro llamado "El Cerebro: Manual de Instrucciones" de John J. Ratey. Lo que mas llamó mi atención de cuanto se dice en él es la afirmación de que nuestro cerebro nos engaña por nuestro sacrosanto bien. El punto es que, según las ultimas investigaciones eruditas, nuestro cerebro se vale tan solo de una pequeña porción de la información que le entra por cada uno de nuestros cinco sentidos para interpretar el mundo que le rodea. La otra porción simplemente la descarta. Esto lo hace para responder lo mas rápido posible ante circunstancias peligrosas y es producto de siglos de evolución. Dicho de otra forma, el cerebro tiene un especie de filtro que deja pasar solo la información que su "experiencia de aprendizaje" le ha mostrado que sirve para alejarlo del peligro o acercarlo al placer. Este filtro equivale a ver el mundo a través de una cámara digital en donde el tamaño de los pixeles afecta la realidad. El cerebro prefiere los pixeles grandes porque estos agilizan el resultado. Así de pragmático es. En conclusión, si queremos que el filtro cerebral mejore su percepción para que a su vez mejore su interpretación del mundo, necesitamos forzosamente mejorar nuestra experiencia de aprendizaje. Este tema me hizo recordar el ensayo de Aldous Huxley "Las Puertas de la Percepción" llamado así quizás como alegoría a los estímulos que percibimos con nuestros cinco sentidos. En este ensayo, Huxley escribe su experiencia con drogas alucinógenas llegando a la conclusión de que tienen la capacidad de modificar sustancialmente la forma en que percibimos el mundo (hacen que el filtro del cerebro enloquezca). Sospecho que esta es la razón de por qué tantos artistas consumen drogas hasta morir: les produce el habito de ver el mundo "con otros ojos". Las investigaciones concluyen que el constante aprendizaje de cosas nuevas afecta real y positivamente la forma en que el cerebro percibe la realidad sin importar la edad. Nunca me pareció mas acertada la frase que dice: el cerebro es un músculo, ejercítalo.

sábado, abril 20, 2013

Clima loco

Después del letargo inducido por el ambiente húmedo y caldeado de los días previos, ayer sopló un viento desgreñante como el exhalado en los mas locos días de febrero. La alfombra de hojas secas que antes vi inmóviles al pie de los arboles, ayer danzaban al compás de los chiflidos del viento. Los copos algodonados que el emblemático y sagrado árbol de la Ceiba esparce sobre la tierra en estos días, han emigrado montados a lomo de las constantes ráfagas. Aprovechando este imprevisto empujón del viento, las semillas irán a posarse en tierras lejanas para luego germinar y comenzar así un nuevo ciclo. Fue necesario que el viento retirara el furioso caldero para poder detener la mirada en la fronda y en las flores de los muchos arboles que nos rodean. Es fascinante ver la forma en que la naturaleza explota la energía solar, haciendo que broten de su follaje vivos y prolijos colores: lilas, rojos y amarillos. Luego del viento apareció la lluvia. Una lluvia que terminó de apagar la hoguera que nos cocinaba, que me alegró el día e hizo que pasara una buena noche. Por la época del año, es de esperar que esta sea una lluvia solitaria y pasajera, algo así como toparse con un pozo de agua en el desierto.

viernes, abril 19, 2013

37 Grados Celsius muy húmedos

Hemos tenido temperaturas de 37 grados Celsius a la sombra. Temperatura nada despreciable si tenemos en cuenta que el porcentaje de humedad en el ambiente es muy alto. La sensación de calor se recrudece gracias a que el viento está tan quietecito que no es capaz de moverse ni a sí mismo. Las hojas de los arboles cuelgan quietas de sus ramas secas. El único movimiento perceptible en ellas es un temblor esporádico como de fiebre. Fijar la mirada en una rama de árbol equivale a contemplar una fotografía con exceso de exposición a la luz. La inmovilidad de la vegetación es permanente hasta donde alcanza la mirada. La inacción es tal que se podría pensar que la naturaleza tiene un ataque de epilepsia. Todo presenta un aspecto catatónico. Las noches no traen el alivio que uno espera. El exceso de calor almacenado en techos y paredes es irradiado durante la noche sometiendo a sus habitantes a un cocimiento permanente a baño Maria. Abril y mayo son los meses de mayor calor. Impera en estos meses un ambiente de fritura al aire libre. Uno escucha aquí y allá los lamentos y las protestas contra esta época de crudo estiaje. las enfermedades respiratorias salen a relucir acompañadas casi siempre por una tos seca y rasposa que atosiga al que la padece impidiéndole dormir. Los aires acondicionados pujan sin descanso de tanto sacar calor del interior de oficinas y hogares. En medio de esta ingrata hoguera pocos nos detenemos a pensar en lo abultado que vendrá el próximo recibo de energía eléctrica. Lejos están estos meses para disfrutar de un amor dulce e idílico como aquel que los hermanos Carrión cantaron en "Las Cerezas" allá por la década del sesenta del siglo pasado. Nada que ver.