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viernes, agosto 30, 2013

¿Y mi diario?

Soy Alex y me gustaría mucho que alguien me escribiera un diario para que después de aprender a leer y escribir pueda conocer los detalles y los entresijos que me dieron forma. Si a mi edad se pudiera opinar, diría que se me antoja un diario de estilo sencillo, escrito con humor y alejado de palabras complicadas. Mi diario podría empezar de la manera en que Antonio de Lara (alias Tono) empezó el suyo:

"Hoy estoy bastante contento porque he nacido. Confieso que ya tenía bastantes ganas de nacer, pues mientras no se nace, no se es nada, y yo soy una persona con muchas aspiraciones. Han venido a verme varias señoras y han dicho cosas de mi nariz, y de mis ojos y de mi pelo. Según una gorda de luto, tengo la nariz de mi padre, los ojos de mi madre y la boca de mi tía Catata. Por lo visto no tengo nada mío. ¡Mal empieza esto! Después de lavarme, cosa que me ha molestado bastante, y que no me explico, pues todavía no me he revolcado por el suelo, me han rebozado con unos polvos blancos que parecen harina, y he temido que fueran a freírme. Pero, afortunadamente, no me han frito y sigo tan crudo como el primer día.
Me habían dicho que la educación es imprescindible en el niño, y es, según dicen lo que nos diferencia de los burros. También es imprescindible en la niña, y es lo único que las diferencia de las burras. La educación también nos diferencia de los ciervos, de los conejos, de los conductores de taxi y de la tía Elvira. Un niño sin educación es, pues, una tía Elvira. (...) una de las primeras reglas de educación consiste en lavarse. Un niño bien educado debe lavarse, por lo menos, la cara. Otra regla de educación consiste en llevar casi siempre pañuelo. Las manos son también bastante necesarias para expresar nuestra educación y, por lo tanto, es muy necesario llevar siempre manos. Los pies son menos necesarios, y podemos prescindir de ellos, ya que con los pies no hacemos mas que tonterías. La cabeza juega un papel muy principal en todas las reglas de urbanidad. Se emplea para saludar, para no saludar, para decir que si, para decir que no, para comer, para beber y para llevar bigote. Por esta razón, y no por otra, no debemos prescindir de la cabeza si queremos ser unos niños bien educados"

Ya se que me dirán que esto es muy complicado y que no tendrán tiempo de escribir tanto disparate, pero, y esto se los puedo asegurar, será un regalo que después ustedes disfrutarán tanto como yo.

domingo, agosto 25, 2013

Una perspectiva diferente

Mi nombre es Dobby; por mis venas corre sangre de raza Chihuahua. Mi pelo es trigueño pálido y va siendo más claro conforme baja por mis costillas. Mi talla es larguirucha y mi alzada es algo mayor que los de mi raza; de aquí se desprenden los furtivos rumores apartheid de que la mezcla de elementos que me dieron origen no fueron todos originales. Mi carácter es alegre y lo demuestro moviendo como péndulo mi cola flaca y dura como palo que es la herramienta que utilizo cuando quiero demostrar mis emociones. Además de mi cola, utilizo también las orejas para demostrar que estoy apenado, triste, expectante o feliz. Me gusta estar con mi manada que la componen tres humanos (padre, madre e hija) y una fémina de mi propia raza con la que ando de arriba a abajo por toda nuestra madriguera. Me llevo de maravilla con la hija del matrimonio humano; ella me abraza en el día y me deja dormir en su cama durante la noche. Pero su mamá es quien nos da comida; ella esta siempre pendiente de mis necesidades y es muy buena interpretando el idioma canino; con ella me siento seguro y confortable. Ella es la única que nos saca a pasear en su carro y cuando lo hace nos abre la ventanilla para que nosotros podamos sacar la cabeza; entonces el viento nos azota y nos infla los cachetes que es lo que mas nos gusta. Tengo predilección por las ventanas; cuando nuestra familia humana nos deja solos, con dos saltos rápidos me trepo al respaldo del sillón que esta bajo la ventana que da a la calle; entonces pongo rectas mis orejas y muevo la cola para decir adiós. Antes no me gustaba quedarme solo en la madriguera y siempre lloraba cuando esto sucedía, pero desde que mi novia me acompaña ya no me importa ni me intimida la soledad. Ahora saltamos, corremos y ladramos juntos. Antes, cuando no tenía a mi novia, no ladraba. No le hallaba el gusto a ladrar como oía hacer a mis vecinos. El resto de la manada se extrañaba por este anómalo comportamiento; entonces me animaban (mamá e hija) a que yo ladrara al repartidor del agua, al repartidor del gas, pero yo no hacia caso y continuaba terco con mi silencio. Hasta oí decir alguna vez al papá que me llevaran al psicoanalista; ahora se que era ironía; así es él. El líder de la manada es el papá; cuando hago algo que no le gusta regaña como loco a todos por mi mal comportamiento; uno de mis peores defectos, lo reconozco, es orinar el piso de la madriguera en lugar de hacerlo en el orinal que nos tienen asignado; esto lo hago cuando estoy enojado. Cuando el papá entra en su dormitorio y me encuentra acurrucado en su cama con el permiso de su novia, agacho mis orejitas y le ofrezco mi grupa con la cola entre las patas en señal de sumisión y hago como que la virgen me habla. Entonces se le ablanda el corazón y me deja estar otro ratito en el calor familiar en donde disfruto mucho estar. Pasado ese ratito extra con los jefes de la manada me bajo de su cama y corro a la de su hija a pasar la noche a gusto, justo como Dios manda. Me siento muy afortunado de vivir con mi manada y tener a mi novia cerca. No pienso en el futuro porque eso no son asuntos que le importen a nuestra especie; solo espero que nada cambie y que todo se mantenga igual. Guaguá.

domingo, agosto 18, 2013

gdl 1

Los días de vacaciones terminaron hoy. Me pareció (como cada año sucede) que se esfumaron muy pronto. Llegamos el lunes de esta semana de Guadalajara en donde estuvimos 15 días. Fuimos cuatro (Doña Maty, Gladis, Pedro y Yo) y regresamos tres. Pedro se quedó. Yo regresé con una colitis espantosa que me duró casi cuatro días, gracias a los buenos oficios de una cecina que comí, al menos eso es lo que me asegura Gladis porque a su mamá le sucedió lo mismo. Afortunadamente estos 15 días alcanzaron para ver y platicar con cada uno de mis hermanos. Fueron platicas sabrosas que disfruté plenamente aprovechando el tiempo que cada uno me regaló restando tiempo a su descanso. También se me cumplió el antojo de comer en Tepatitlán las tunas coloridas, dulces y jugosas que había deseado desde hace mucho tiempo. Caminé además en la pista de la nogalera en la que solía trotar en mi época de estudiante. Esta pista no ha tenido cambios en 35 años, quizás solo un poco mas deteriorada por los deslaves producto de las repetidas lluvias. Según mi parecer la afluencia de deportistas continua siendo la misma. En la década del 70 del siglo pasado, en el lugar que hoy ocupa el edificio de la policía montada, estaban las ruinas de un antiguo edificio de adobe. Este edificio tenía la apariencia de ser (probablemente a principios del siglo XX o finales del anterior) el casco de una opulenta hacienda. Con seguridad fue muy importante en su época puesto que recuerdo que había vestigios también de una vía de tren que desembocaba hasta su meritito zaguán. En mis andanzas de adolescente pude ver excavaciones en el interior de sus tapias seguramente realizadas por buscadores de tesoros sabedores de la antigua tradición mexicana de enterrar el patrimonio familiar (oro y plata) en petacas o cántaros de barro para resguardarlos del pillaje revolucionario. En la explanada de aquella antigua hacienda en ruinas habían tierras de labranza en las que se cultivaba principalmente maíz y ocasionalmente cacahuate. Después de que el dueño del sembradío cosechaba el cacahuate me gustaba ir con mis amigos a pepener el sobrante que luego comíamos tostado o cocido. El primo Miguel (conocido hoy por mis hijos como ¡oh man!) apodado en aquel tiempo Pinocho, por poco pierde un ojo en aquellas singulares pepenas al caerse de frente sobre el cañuto seco de una caña que se le incrustó en el pómulo a escasos milímetros del ojo. En esos años, el periférico de la ciudad de Guadalajara era la avenida Plutarco Elías Calles, mas allá de la cual solo había llanos y sembradíos. Entre esta avenida y las ruinas de la hacienda, cruzaba un arrollo que en el siglo XIX debió ser digno de postales por sus aguas cristalinas, pero que en mi adolescencia se convirtió en el vertedero de las aguas negras de Guadalajara. Años después cuando la unidad tetlán llegó a sus riveras el municipio lo entubó por razones obvias de insalubridad desapareciendo en la actualidad todo vestigio de su presencia. El único vestigio que queda hoy de este arroyo es una desembocadura pestilente en la ladera de la barranca de oblatos cuyo caudal de inmundicia se incorpora al vertedero de aguas negras mayor que es el río Lerma Santiago.