Hemos tenido temperaturas de 37 grados Celsius a la sombra. Temperatura nada despreciable si tenemos en cuenta que el porcentaje de humedad en el ambiente es muy alto. La sensación de calor se recrudece gracias a que el viento está tan quietecito que no es capaz de moverse ni a sí mismo. Las hojas de los arboles cuelgan quietas de sus ramas secas. El único movimiento perceptible en ellas es un temblor esporádico como de fiebre. Fijar la mirada en una rama de árbol equivale a contemplar una fotografía con exceso de exposición a la luz. La inmovilidad de la vegetación es permanente hasta donde alcanza la mirada. La inacción es tal que se podría pensar que la naturaleza tiene un ataque de epilepsia. Todo presenta un aspecto catatónico. Las noches no traen el alivio que uno espera. El exceso de calor almacenado en techos y paredes es irradiado durante la noche sometiendo a sus habitantes a un cocimiento permanente a baño Maria. Abril y mayo son los meses de mayor calor. Impera en estos meses un ambiente de fritura al aire libre. Uno escucha aquí y allá los lamentos y las protestas contra esta época de crudo estiaje. las enfermedades respiratorias salen a relucir acompañadas casi siempre por una tos seca y rasposa que atosiga al que la padece impidiéndole dormir. Los aires acondicionados pujan sin descanso de tanto sacar calor del interior de oficinas y hogares. En medio de esta ingrata hoguera pocos nos detenemos a pensar en lo abultado que vendrá el próximo recibo de energía eléctrica. Lejos están estos meses para disfrutar de un amor dulce e idílico como aquel que los hermanos Carrión cantaron en "Las Cerezas" allá por la década del sesenta del siglo pasado. Nada que ver.
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