Gladis se animó a que le hicieran una limpieza ocular. Se libró al fin de esas pesadas antiparras que la acompañaron los últimos 25 años de su vida. Ahora su tabique se recupera de las profundas marcas dejadas por el peso muerto de cristales y armazón. Como los lentes la acompañaron un cuarto de siglo, ahora le cuesta trabajo reconocerse sin ellos cuando se mira en el espejo. Ahora ve el mundo con la brillantez natural que reflejan los objetos y ya no a través de los cristales empañados que la hacían dudar si las pecas observadas en la piel de las personas eran reales o solo eran polvo en los cristales de sus lentes ¡Veo tus ojos! ¡Veo la hora en el reloj! ¡Leo aquel anuncio! Son algunas de las recientes exclamaciones que le he oído decir. Claro, no se salvará de continuar utilizando lentes para leer pero ya no para lo demás. De ahora en adelante extrañaré ver lentes en el buró de la cabecera de la cama. Ya no me preocuparé al escuchar algo que se rompe al hacer cualquier movimiento. Atrás quedará la frase "creo que estos lentes ya no me sirven". Lo que lamentaré en adelante es el flujo de lentes que Gladis proveía a esta casa y que eran aprovechados luego como lupa por este su servidor. Desde el viernes que le quitaron el polarizado ocular que le nublaba la vista ha estado usando lentes oscuros para atajar el brillo que ahora le quiere entrar a borbotones por los ojos. Cuando la veo deambular en la casa me recuerda a los personajes de la película matrix en su búsqueda del teléfono que los sacaría de aquel peligroso mundo virtual. En estos primeros dias ha tenido que ocultarse del sol. Rehuye de la luz igual que lo hacían los temibles y terroríficos vampiros en las inolvidables películas del Santo el enmascarado de plata.
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