¿Si las elecciones que se hacen en el presente modifican invariablemente el futuro, por qué la mayoría de las personas eligen decir o hacer cosas trascendentes tan a la ligera? Estoy seguro que las emociones juegan un papel muy importante a la hora de elegir lo que se dice o lo que se hace a las demás personas. La tristeza, el odio, el amor, el resentimiento, la felicidad, la depresión, el miedo, la desesperanza, etc., son los agentes principales que modifican y conforman el futuro de las personas. Si en un momento determinado se tiene que elegir un color, probablemente este se elegirá de acuerdo al estado de ánimo que la persona guarde en ese instante. Cualquiera que sea el color de su elección, el resultado tendrá el potencial de cambiar inexorablemente su futuro. Es frecuente la creencia en las personas de que las elecciones pasan primero por el filtro del razonamiento. Esto es cierto solo cuando las emociones son neutras en el mismo instante en que se hace una elección. De otro modo la nublan y la inhabilitan; la emoción toma el control. No es necesario ser burro para cometer burradas. Es suficiente con estar emocionalmente desequilibrado (dominado excesivamente por una emoción). A las emociones les vale grillo el futuro de las personas. Las emociones responden a necesidades inmediatas. Les importa un soberano cacahuate lo que una mala elección pueda influir después en las relaciones personales. Les importa un bledo el mañana de las personas y sus relaciones de pacotilla. A ellas les importa el "ahora". Les urge aliviar la presión y el desasosiego que les produce la emoción que en ese momento las ahoga o las seduce. Entonces explotan los dimes y diretes sin ton ni son y sin medida; los lances sobrevienen en cadena y en oleadas, imparables e implacables, con el poder ascendente de una avalancha, graves como el trueno y deslumbrantes como el relámpago. Las personas reciben diariamente del entorno gran cantidad de estímulos que le avivan las emociones. Lo prudente es no responder inmediatamente a aquellos estímulos, mucho menos si el origen del estímulo está cercano o al alcance de la palabra, y micho menos si se tiene con el origen del estímulo una relación de parentesco, y mucho menos si esa relación de parentesco es muy cercana. De aquí viene el sensato dicho que recomienda contar hasta 10 antes de dar el próximo paso. Yo recomendaría contar de 0.1 en 0.1 hasta 100 (objetivo difícil, lo reconozco, alcanzable solo para anacoretas). Todo esto aplica si las personas desean mantener siempre abierta la puerta del corazón a aquellas otras que son o han sido importantes en su vida. Si esto no es así, entonces no importa quién sea el responsable de responder a los estímulos: razón o emoción serán lo mismo. Una respuesta muy socorrida y efectiva ante los estímulos que excitan las emociones es posicionarse en el otro extremo: la del silencio. Aplicar la ley del hielo. La más sutil y la más poderosa respuesta para alejar a las personas que nos producen urticaria de nuestro lado y decirles que no nos importan ni nos agradan es no decirles nada o no hacer nada con ellas. Existe otro dicho que bien serviría de epitafio a esta actitud: al buen entendedor pocas palabras. Si, también en el silencio hay mucha información.