En esta época existen días en que el viento no tiene fuerzas ni para mover una flor diente de león. El calor de verano arremete con temperamento hostil todo lo que esta sin techo y se toma su tiempo para aporrearnos el rostro con sus filosos dardos caldeados. Nada escapa a su loca hiperactividad y la sudoración copiosa es señal de que nuestra epidermis responde a esa derrama de excitación. Literalmente la piel llora como si de pronto los poros se convirtieran por efecto del bochorno en prolijos lagrimales. Los únicos seres vivos que disfrutan este clima temperamental son los framboyanes. Este gusto por lo extremo se manifiesta por una abundante producción de rollizos mazos de flores de color rojo carmesí que hacen olvidar mientras se miran las oleadas de calor que nos chamuscan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario