Hoy mi cuerpo recibió un adelanto de lo que puede ser la próxima primavera. Mi piel sintió los efectos de la radiación solar y mi vista el resplandor cada vez más vigoro de sus rayos. Aunque hubo un pequeño intento de las nubes por contrarrestar esta incandescencia a través de una ligera llovizna, no fue suficiente para dar al ambiente el refresco que estábamos esperando. Lo que si lograron estas gotitas fue dejar un magnifico olor a tierra mojada que realmente disfruté. En esta época del año es difícil no ver el inicio de la transformación que la naturaleza prepara para recibir a la primavera. Es como si la vegetación se contagiara del color y algarabía de las comparsas carnavalescas de estos días. Los macuilís exhiben soberbios sus magníficos ramilletes de diminutos alcatraces rosados. En la base de sus fuertes troncos se extiende a su alrededor una gruesa alfombra circular formada por estas bellas flores arrebatadas de sus ramas por el inclemente viento de febrero. Los cocoítes no quieren quedarse atrás y empiezan a asomar su botones tímidamente como sondeando el ambiente. Los tulipanes de la india ya tienen un mes presumiendo sus grandes flores rojas y el pom pom flor ya comienza a suministrar de néctar a sus habidos clientes alados por medio de su cáliz redondo y amarillo. No hay duda que toda la naturaleza, incluyendo a los seres vivos que en ella viven (con patas y alas) empieza a alborotarse en esta época del año. Hoy me levanté a las 7 a.m. para ir al baño y pude escuchar el alboroto que tenían ranas y aves que junto con nosotros colonizan este aislado lugar.
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