Así fue el día de ayer 14 de febrero para Gladis. Desde hace tres días ha tenido que soportar una terrible lumbalgia. Ya ha padecido con anterioridad esta molestia pero en esta ocasión la he visto francamente muy desdibujada por los ataques de dolor tan agudos que le ha traido esta contractura muscular. Empezó con la molestia desde el domingo y se le recrudeció el lunes en la noche al grado que me vi en la necesidad de llevarla a la clínica. El médico le recetó dos diferentes pastillas, las que aceptó solo a regañadientes por el temor a sus consabidas alergias. Con el fin de que las tomara inmediatamente, fuimos a la casa de sus papás para que Don Lucio la vigilara por si acaso le provocaban alguna transformación estilo hulk. Aún así, solo logramos que se tomara uno de los dos susodichos medicamentos. A partir de ese día, el tiempo ha sido bastante malo para ella, sobre todo cuando tiene que sentarse, pararse, dormir o bañarse. Me extrañó que el médico, aún viendo su estado, le recomendara guardar como mínimo tres días de reposo ¡ni siquiera podía caminar!. A bonita hora le vino a dar este mal, precisamente cuando no tiene a nadie quien le ayude con el trabajo de la casa. Desde que despidió a Romana no ha podido conseguir a nadie más. De plano, esta saladita. Precisamente ayer, nos vimos en la necesidad de dejarla sola con su discapacidad. Pedro y Ale se quedaron en Villahermosa después de clases para festejar con sus amigos el día del amor y la amistad y yo me vi en la necesidad de regresar al trabajo y permanecer ahí hasta las 8 pm. Teníamos programado que yo fuera por nuestros hijos después de salir del trabajo pero Gladis ya no quiso quedarse más tiempo sola y como pudo (despacio, despacio, despacio) se cambió de ropa y optó por acompañarme. Hoy ya se sintió mejor (y se ve mejor) al grado de haber tenido el ánimo de ir a visitar a su mamá a Reforma.
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