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lunes, enero 30, 2006

Adiós a Romana

Después de haber trabajado cerca de 3 años con nosotros, el viernes pasado Gladis decidió prescindir de los servicios de Romana. Era una persona muy trabajadora pero extremadamente terca. Teníamos que andar escondiendo la ropa que recién nos quitábamos porque tenía la mala costumbre de lavar todo aquello que no estaba colgado en gancho y adentro del closet. De plano, toda nuestra ropa tiene agujeros de tanta lavada y esta tan transparente que parece papel de china. También adquirió la costumbre de “intercambiar información” con las señoras vecinas quienes ni tarde ni perezosas le sacaban toda la sopa de nuestros usos y costumbres. No contestaba el teléfono cuando estaba sola en casa y cuando lo hacía no nos pasaba el recado sino hasta una o dos semanas después. El pobre de paco se ponía histérico cada que ella le pasaba cerca, comportamiento este que nos hizo concluir que lo maltrataba cuando no estábamos. Además parecía hormiguita llevándose todo lo que podía. Cada día desaparecían de la casa recipientes, herramientas, cuchillos, papel higiénico, jabones, etc., etc. El empeño que ponía en su trabajo hizo que Gladis pasara por alto esas desventajas durante todo este tiempo. Más que nada, lo que colmó el plato a Gladis fue su terquedad desvergonzada. Para agravar la situación ya de por si precaria de Romana, un vecino de su ranchería platicó por casualidad con Gladis.
¿No me diga que conoce usted a Romana? –preguntó el señor.
-Si, ya hace tiempo que ella me ayuda en la casa.
Pues tenga cuidado con ella, esa familia es malísima –afirma el señor.
Desde ese día, Gladis perdió la tranquilidad. Ya no se atrevía a reclamarle por esto o aquello por temor a que tomara el cuchillo para rebanara con él no precisamente cebollas.

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