La característica principal para el éxito o fracaso de los seres vivos es su capacidad para hacer frente a los cambios sucedidos en su entorno. Si el medio ambiente que rodea a una determinada especie cambia, entonces todos los individuos de esa especie deben hacer los ajustes necesarios para adaptarse rápidamente a las nuevas condiciones imperantes, de otra manera se extinguen. La naturaleza está llena de ejemplos de este tipo. Los animales que existen ahora, fueron capaces de adaptarse a todos los cambios climáticos y de depredación que les exigía su entorno. Del mismo modo, los animales que ya no existen ahora, no fueron capaces de hacer frente a los nuevos peligros o exigencias que les demandó el “cambio” en su medio ambiente. El éxito de nuestra propia especie es el mejor ejemplo de esa capacidad de adaptación. Cada cambio de entorno exige a los seres vivos un cambio físico o mental que les permita adaptarse a las nuevas condiciones. Las características de cada ser vivo moderno son pues producto de millones de años de hacer frente a este proceso repetitivo de cambio-adaptación que Darwin llamó “evolución”. No es necesario esperar a que la Tierra sufra una colisión con un meteorito u otra glaciación para saber que estamos ante “un cambio” que exige de nosotros una “mutación”. Muchas veces los cambios son tan imperceptibles que ni siquiera les damos el atributo de “cambios”, solo los reconocemos como tal cuando ya es demasiado tarde. Podemos decir que estamos ante un cambio en nuestro entorno cuando nos ocurra un suceso que sea capaz de expulsarnos o sacarnos de nuestra zona de confort. Es un “algo” que nos preocupa y nos ocupa. Algunos ejemplos de cambios pueden ser: la pérdida de empleo, un divorcio, un gasto inevitable e imprevisto (enfermedad grave), otra forma de trabajar, mudar de residencia, un accidente, el deseo de un bien o inversión, el deseo del lograr una meta u objetivo, el fracaso de un negocio, etc. El cambio puede venir en forma de “algo” positivo o negativo según sea el enfoque que le demos. Por ejemplo, un cambio que nos obligue a realizar un gasto inevitable (una deuda) se puede ver desde dos ángulos distintos. Uno de ellos es el que nos obliga a ver ese cambio como un “problema” y el otro (el menos concurrido), es el que nos permite ver ese cambio como una “oportunidad”. Lo vemos como “problema” cuando nuestra visión nos conduce a recortar nuestros gastos o amarramos la tripa con el fin de hacer frente a la deuda. Lo vemos como “oportunidad” cuando en lugar de reducir nuestras salidas (gastos), aumentamos nuestras entradas (ganancias) sin llegar al extremo de amarrarnos la tripa. Ambas visiones nos conducen al cumplimiento del objetivo deseado que es: mantener la diferencia necesaria entre las entradas y salidas con el fin hacer frente al nuevo compromiso contraído. La diferencia sustancial entre ambas visiones es que después de pagada la deuda, el resultado de la segunda opción siempre será mejor. Esta es la estrategia que nuestra familia eligió para hacer frente al cambio que representa la educación universitaria de Pedro y Ale. No estamos viendo el gasto extra como un problema, más bien lo estamos viendo como una oportunidad. Simplemente estamos eligiendo aumentar nuestras entradas en lugar de diminuir nuestras salidas. Ponerle a este cambio la etiqueta de problema, nos obligaría a recortar el gasto en educación (que tampoco lo veo como gasto). La ventaja de esto último es que no nos veríamos obligados a salir de nuestro nicho de confort del cual gozamos en la actualidad (causante también de nuestra actual inmovilidad), claro, todo esto en detrimento de nuestros hijos que les quitaríamos la oportunidad de jugar en las grandes ligas de la educación. Ambos han hecho lo necesario para pegar hits, ambos han trabajado duro para lograrlo. A Pedro, por ejemplo, gracias a su propia iniciativa, le autorizaron ya un 30% de beca en el Tec de Monterrey. No queremos (ni debemos) ser nosotros los responsables de truncar sus aspiraciones y malograr sus esfuerzos pudiendo hacer algo al respecto. Claro que lo podemos hacer y lo vamos hacer. Debo aclarar que no tengo nada en contra de las universidades públicas. Yo mismo soy de extracción de una universidad subsidiada por el estado: La Honorable Facultad de Ingeniería de la Universidad de Guadalajara. De la misma forma que en la actualidad existen futbolistas o deportistas con talento salidos de los campos “llaneros”, los hay también quienes salen de las escuelas de alto rendimiento que sin tener mucho talento si cuentan con la “técnica” suficiente para hacerlos campeones o medallistas con la ayuda de la ciencia. Solo pienso que seria doblemente provechoso (y lo es), dar a un deportista llanero con talento innato la oportunidad de utilizar los avances tecnológicos y docentes (otros campeones y medallistas de alto rendimiento) que pulieran ese don. Esto mismo pasa con la educación. Existen infinidad de casos de profesionistas, empresarios y científicos exitosos cuya educación fue recibida en una universidad pública. Estas personas tienen en común su talento innato que les ha permitido adquirir sobre la marcha y de forma autodidacta, la técnica necesaria que los ha llevado a escalar montañas que pocos se han atrevido a escalar, o han emprendido proyectos con éxito en donde otros no han podido lograrlo. Talento y técnica; técnica y talento. Cualquiera es buena, ambas son mejor.
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