Por ahora han dejado de dar lata los carros. Después de la reparación del alternador, la hipocondríaca camioneta ha decido regalarnos unos días de calma. Por un tiempo fuimos rehenes de sus achaques, convulsiones, temblores y ataque epilépticos. Recién ahora, nuestra vida familiar ha retomando su curso casi normal alterado desde mediados de julio por una ola de acontecimientos que nos revolcó por espacio de dos meses y que rompió entre arrecifes y acantilados la madrugada del 25 de septiembre. Por otro lado, es probable que comience otra etapa de mi vida profesional la semana entrante. El lunes de esa semana me presentaré en Villahermosa para iniciar mi nueva comisión administrativa que durará por lo pronto lo que resta de este año. No tengo idea del giro que pueda tomar nuestra vida familiar a raíz de esta decisión, lo único cierto es que este lacandón recorrerá diariamente mas kilómetros de carretera. Gladis ya retomó la manejada yendo de aquí para allá como lo hiciera antes de que la atacara ese atolondramiento crónico que le imposibilitó llevar una vida normal alrededor de tres semanas. Pedro y Ale continúan esforzándose por salir de esa espantosa rachita que causó el desplome de sus calificaciones y trajo el desasosiego de un servidor. Espero que hayan entendido la lección: no es suficiente con estudiar un día antes del examen y esperar sacar con ese raquítico esfuerzo buenas calificaciones. Hasta cuando dejaremos de engañarnos de que el éxito es inversamente proporcional al esfuerzo o directamente proporcional al deseo?
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