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domingo, noviembre 16, 2008

Cambio de estado

Kory esta diciendo adiós a su soltería. Gladis y Ale están en Villahermosa con ella. Yo estoy en casa algo cansado. Tengo poco de haber llegado de trabajar. Luego de comer un caldito de pollo me dispongo a reanudar la lectura “En busca del unicornio”. A un lado mío esta también, guiñándome el ojo, una edición conmemorativa de “Cien años de Soledad”. Decido leer la breve semblanza que de García Márquez hace su amigo y paisano Álvaro Mutis y el aporte personal que de esta obra hace Carlos Fuentes. Mientras leo, llega a mí el sonido inconfundible del agua de lluvia rebotando en el cristal de los ventanales. La lluvia fue intensa pero de duración corta. Me embargó de pronto el deseo de salir a respirar la humedad que normalmente flota en el aire cuando la vegetación recién se ha bañado. Al abrir la puerta el sol ya se había ocultado y la penumbra hacia su último rondín. Recibí de inmediato las caricias de pequeñas ráfagas de viento que gráciles me soplaban al oído su saludo vespertino. Llegaba a mis oídos desde la cima de las palmeras un leve cascabeleo producido por el frotamiento de sus anchas y largas hojas fibrosas y palmeadas. La gardenia se alzaba henchida de verdor mostrando con soberbia sus brillantes hojas danzantes que se movían al compás hipnotizante de aquella música de viento. El olor del césped recién cortado intensificaba el aroma dulce de la clorofila aún presente en la pedacearía de grama esparcida abundantemente en el jardín. Paco (el perico) me observaba fijamente como él acostumbra mirar a las personas, con su cabeza de lado para que uno de sus ojos redondos como canicas apunte directamente a su objetivo. Tenía las plumas esponjadas y su forma me recordaba la de una pelota de algodón de azúcar pero de color verde. Miré al cielo tapizado todo de nubes grises. Había solo pequeñas aberturas azules esparcidas aquí y allá que asomaban tímidas por entre los rollizos nubarrones. El cielo tenía una coloración anaranjada y titilante producida por el reflejo de las grandes lumbreras de los muchos mechones de gas encendidos en esta tierra de antiguas chapopoteras.
Nota: Este texto fue creado el sábado 15 de noviembre de 2008

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