Ya transcurrieron varios días desde la última vez que escribí algo en este espacio. Han sucedido muchas cosas desde entonces empezando porque mi entorno se anego una vez mas. Las carreteras quedaron tan llenas de hoyos que se hace difícil llegar a tiempo a cualquier parte. Los negocios inician poco a poco a abrir sus puertas después de haber permanecido un buen tiempo alojando todo tipo de animales acuáticos. También como ya es su costumbre, la camioneta esta por enésima vez en el taller para que le alivien su crónica hipocondría. Decir que ya me tiene harto es poco, siempre se destartala cuando mas la necesito. Como pintan las cosas, tendré que sobornar a alguien para que se la lleve lejos de mí. Ale se empeñó en ir a un congreso de contaduría a la UNAM y ya tiene tres días por allá. Yo me acabo de desprender de una tarea que me tenía con dolor de cabeza desde hace como un mes, por consiguiente, ahora me siento livianito y con ganas de emprender cosas nuevas. Por lo pronto me he entretenido viendo a los animales que por la inundación se han visto obligados a huir de sus dominios regulares para aventurarse a deambular por los secos caminos asfaltados. La laguna bellamente renovada recibe la visita de innumerables garzas blancas que llenas de gozo planean y caminan con sus largas patas flacas por entre los juncos en busca de su ración diaria de alimento. Algunos pobladores se aventuran a tirar el anzuelo en sus orillas seguros de encontrar entre sus aguas algún pez atarantado por la abundancia de agua de su otrora raquítica laguna. Muchos tienen suerte y regresan a su casa con la comida del día. Eso si, no hay garantía de que se encuentre libre de cólera. Continua habiendo muchas casas en el agua, sobre todo al sur de Tabasco. El año pasado fue el río Grijalva el que inundo al centro de Villahermosa y sus alrededores. Esta vez toco el turno al caudal del Usumacinta. El próximo año quien sabe cual corriente nos mojara.
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