No he estado quieto últimamente. Estoy en constante ebullición. Ojalá esto fuera producto de alguna bebida burbujeante, pero eso está ahora fuera de mi mente y de mi alcance también. Puedo decir que son muchos los asuntos que se me vinieron encima y que es poco el tiempo que tengo para resolverlos. Cada uno de ellos exige de mi la misma atención. Trato de calmarlos poniéndolos en formación como a soldaditos ante su general y les explico amablemente que serán atendidos de uno en uno, ordenadamente. Pero este ejército tiene más de mitin mexiquense que de hueste castrense. A sus efectivos les gusta la anarquía, lanzar consignas rimadas, hacer pintas en paredes y vitrinas. Todo intento de ordenanza es infructuoso. Están descocidos, andan como diablos de Tasmania haciendo aspavientos y enseñando los colmillos igual que una jauría de lobos ante la grupa sangrante de un inerte caribú. El ambiente está impregnado con bríos de amotinamiento, es tenso y ruidoso como amortiguadores de carreta en camino pedregoso. Me siento como aquellos pobres desmembrados de la edad media que momentos antes de morir veían volar sus extremidades tras el caballo desbocado que momentos antes se las había arrancado. Hoy no hay remansos, ni respiros, solo asuntos terrenales que claman resolución. Para todos tengo gas, tiempo es lo que me falta. Así que hagan cola mis asuntitos. Por ahora no hay nada más efectivo que ustedes puedan hacer.
Visitas de la última semana
sábado, julio 31, 2010
martes, julio 13, 2010
Entre la tensión y la zozobra
El problema y su solución deberían, para consuelo y bienestar de todos, marchar siempre juntos, hombro con hombro y agarraditos de la mano ¿Cuantas preocupaciones y desvelos nos evitaríamos todos si este par de bribones llegaran a nosotros siempre empaquetaditos en la misma caja? Pero no. Esta pareja no es un matrimonio feliz, o tal vez su felicidad radica precisamente en su ostentoso antagonismo y su inherente predisposición a andar siempre de la greña. Es sabido que el problema se adelanta siempre a la solución. Llega solito, sin avisar y por lo general (según Murphy) en el momento mas inoportuno para el huesped. A veces el problema se le adelanta tanto a su pareja antagónica que pareciera gozar con la idea bizarra de escondérsele permanentemente para que no lo encontre jamás. Entre que el problema se nos instala como fastidioso spyware en las profundidades de nuestro disco duro y la solución lo encuentra para inocularle sus buenos oficios, a nosotros se nos llena el ánimos de zozobra y un revolotear de malos augurios nos persigue sin cesar acosándonos hasta en los sueños. Así pues, mientras que la vigilia se convierte en un amplio reservorio para acumular tensiones nuestro sueño no tiene cabida para un poco de reposo. En mi caso, al cabo de 3 años (acaso un poquito más), una solución encontró por fin su tan anelado problema.
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