Ya estamos instalados en la casa del fraccionamiento Lagunas. Lo que recordaba de esta casa era lo ruidosa que era la vecina de enfrente. Cada fin de semana llegaban a su casa, con puntualidad pasmosa, música retumbante, bebidas reanimadoras y amigos rebosantes de anhelos y de apetitos. Ahora es lo mismo aunque con menor frecuencia. El tiempo le ha apagado un poco el gusto en beneficio de sus atribulados vecinos. Pero aun estamos lejos de la buscada tranquilidad. Tenemos ahora unos vecinos traileros que le han arrebatado a la vecina el monopolio del jolgorio en nuestra calle. Ademas, cuando estacionan sus trailers en la calle no hay forma de que uno se meta a su propia cochera sin sudar la gota gorda. Luego esta la costumbre de encender los trailers y dejarlos en ese estado de perpetuo ronroneo sonajero por varios minutos dezque para calentar la máquina. No sé hasta que punto estos ángeles caídos permanecen ignorantes del impacto machacante que causan en las mentes de sus alrededores. Y como no lo sé de cierto, prefiero atribuir este comportamiento egoísta a una ignorancia soterrada y no a una natural desfachatez.
1 comentario:
No terminamos de aprender la buenas costumbres en nuestro querido País en todos lados es lo mismo, si no son unos los ruidosos son los automovilistas con sus modernos aparatos de ruido que pasa cerca de la casa, con estruedos musicales que nada que ver con la musica que una vez escuchastes en Universidad -Queen- saludos PDA a dodne quieras se cuece habas...
Publicar un comentario