Durante nuestro desarrollo atravesamos por diversas y variadas etapas en la vida. Una de las más sobresalientes es sin duda nuestro nacimiento, cuando vemos por primera vez los rostros de nuestros semejantes, los rostros de nuestros seres queridos rodeándonos en nuestro lecho. Luego viene la etapa escolar. La primaria, la secundaria y el bachillerato. Esta etapa es sin duda la que nos proporciona la plataforma que nos impulsa a alcanzar con éxito la siguiente. Llegamos entonces a la universidad. En esta etapa alcanzamos la madurez intelectual que nos hace únicos. Luego llega el trabajo, donde aplicamos todo el legajo de conocimientos aprendidos. Llega el matrimonio y los hijos, nuestra verdadera prueba. Nuestro compromiso de conducirlos y prepararlos lo mejor posible para que se conduzcan bien y para que con ellos la historia vuelva a repetirse. Viene a continuación el matrimonio de los hijos y los nietos, la mitad del recorrido de la siguiente generación. Después viene el juicio final y por último la muerte. Juicio y muerte, conceptos que conocemos bastante bien y a los que tarde o temprano todos tendremos que enfrentar. Esta etapa cierra el ciclo, viendo por última vez los rostros de nuestros semejantes, la de nuestros seres queridos rodeándonos en nuestro lecho si la sentencia del juicio nos favoreció. En este próximo día del padre, recordaré con gratitud y admiración lo que mi progenitor ha logrado. Debe estar satisfecho y orgulloso de la familia que logró crear, buenos hijos e hijas, buenos ciudadanos y ciudadanas, buenos padres y madres, buenos abuelos y abuelas. Sin duda, cuando llegue el día del juicio, la sentencia lo favorecerá.
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