Hoy comí armadillo. Es una carne que por lo general consumo solo cuando me la invitan. Esta elección obedece a que prefiero ver estos animales vivos, deambulando libres en su hábitat natural. Tengo la esperanza (incauto) de que más personas, además de un servidor, puedan tener el placer de encontrarse con uno de estos animales en su estado natural. Entiendo que mi elección no representa ninguna diferencia en la futura suerte que le espera a las distintas especies comestibles que deambulan aún en estado salvaje en esta tierra. Cada vez se dificulta más encontrarse con iguanas, tortugas, monos, guajolotes salvajes, ya no se diga de animales mayores como venado, puerco de monte o cocodrilo. La razón de esto es la ocupación bípeda cada vez mayor en las áreas selváticas y su particular interés por el consumo de lo exótico. Desafortunadamente entre más escaso es el animal, más codiciado es su consumo o su posesión. Tengo el gusto de ver casi diariamente más de alguna de estas especies de animales. Algunas de ellas, con una gran capacidad de adaptación como negándose aguerridamente a su destino de extinción. Por ejemplo, en el edificio de oficinas en el que actualmente trabajo, existe un canal de agua casi estancada, oxigenado artificialmente a través de unos agitadores motorizados. En ese estanque de agua verdosa viven alegremente y sin que nadie las moleste, unas 50 iguanas de todos tamaños. Estos lagartos milenarios se pasean cómodamente por el área verde de la rivera, trepando a los poquísimos árboles y arbustos existentes. Nadie las alimenta ni tampoco las molesta y comen de los pequeños brotes y hojas de los árboles que a estas alturas lucen ya pelones. Estas iguanas son acompañadas por medio centenar de patos graznadores que nadan majestuosos en ese mismo estanque pantanoso. Este hábitat es de ellos y viven como reyes totalmente fuera del alcance de las personas ajenas a la empresa y que mucho les gustaría verlas en un plato al mojo de ajo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario