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sábado, noviembre 11, 2006

Cuadrúpedos al volante

La casa en la que vivimos esta ubicada en una zona rural. Esto nos obliga a ser clientes frecuentes de las carreteras para satisfacer la más mínima necesidad. Anteriormente disfrutaba manejar el tramo de 30 minutos que separa mi hogar de Villahermosa Tabasco. Ahora ya no me divierte tanto. La razón es el incremento de neuróticos al volante (o tal vez sea el agotamiento de mi inocencia) circulando con una actitud francamente porcina. Un automóvil dirigido por este tipo de ser antropomorfo es equivalente a un tiranosaurio rex. Si, ese animal instintivo y depredador cuya masa corporal es desproporcionadamente grande en comparación a su masa cerebral. Yo mismo he sido muchas veces hostigado y otras veces víctima de este tipo de energúmenos que piensan que las calles y las carreteras son sus vías y que es obligación de los demás “darles el paso” cuando por desgracia te encuentras adelante de uno de ellos en el camino. Una de las prácticas favoritas de este tipo de entes es evitar la espera en una cola de autos formada por algún accidente o algún trabajo de remozamiento. Su método es evitar la cola circulando por el acotamiento hasta la zona del taponamiento. Ya ahí, “avienta” el auto contra el primero de la fila cerrándole con esto el paso al siguiente. Así cumple su cometido; burlarse de todos los de la fila. Los que respetamos la cola somos para él unos pobres estúpidos que nos gusta perder el tiempo. Ah, y todavía ese animal te enseña los colmillos si le ganas el paso. Si le ganas el paso, esa actitud es suficiente para que uno sea víctima de un “cerrón” criminal más adelante, como una advertencia (o intento de asesinato): Pa’ que aprendas que a mí nadie me hace eso.
Hace unos años fui testigo de una de las peores actitudes de uno de estos depredadores; una señora al volante de un auto compacto iba en compañía de una niña, seguramente su hija. Circulaba por el carril lateral y se tuvo que parar porque le tocó la luz roja del semáforo. Este fue su único error. Digo error porque el carril en que paró había un señalamiento de “continúa con precaución”. Inmediatamente una camioneta que tenía tras ella empezó a usar el claxon de manera violenta. Lógicamente, la señora ya nerviosa con esta agresión directa, no se podía mover para ningún lado. Entonces este animal hizo lo impensable, se acercó al auto compacto hasta hacer contacto con su cajuela (por la diferencia de alturas no lo hizo con la defensa) y la empujó a la fuerza como medio metro hacia adelante. Ya a esta altura, la señora empezó a gritar desesperadamente, y la niña que la acompañaba lloraba a grito abierto asustada por la situación y además por ver el estado desencajado de su madre. Esta actitud de sus víctimas pareció avivar el instinto exterminador del animal y acto seguido se echó de reversa el medio metro que las había remolcado para embestirlas inmediatamente sin miramientos ni contemplaciones. Repitió la misma embestida 2 o 3 veces hasta que la luz verde del semáforo vino en auxilio de aquellas aterradas e inocentes víctimas. En cada envestida, los cuerpos de las infortunadas rebotaba en los respaldos de los asientos impulsándolas luego hacia adelante con violencia como muñecas de trapo. Este demente (como de 40 años) no tiene madre ni familia –pensé con franca cólera e impotencia.
Hoy, fui testigo de la misma escena. ¡Otro animal y otra victima! –pensé mientras caminaba por la banqueta en dirección a mi coche. Solo que esta vez el desenlace fue muy distinto. La escena se desarrolló igual que la anterior. Primero la típica violencia con el claxon y posteriormente el típico “empujón” con la defensa. El depredador estaba tan saturado de violencia y ávido ya de embestir a su presa que no se percató de que tenía a un policía federal de caminos ante su ventanilla. Justicia divina –pensé. La víctima en esta ocasión era nada menos que ¡ese mismo policía federal! que se había bajado de su RAM después de haber "sentido" el empujón del que fue objeto. En esta ocasión los papeles se invirtieron, el depredador paso a ser presa. Entonces subí satisfecho a mi coche esbozando una leve sonrisa de satisfacción por la escena contemplada y por ese desenlace inesperado. Deje atrás al nuevo depredador y a la nueva presa enfrascados en su lucha de poder y de violencia.

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