Mala cosa. Ayer en la mañana, en medio de una reunión de trabajo, me tomó por sorpresa y a traición un punzante dolor en la región lumbar. De ahí en adelante fue de puras angustias. Me daba vértigo y sudaba frío tan solo pensar en que me tenía que sentar. Ponerme de pie después de haber permanecido sentado largo rato era una hazaña y una escena dignísima de ver. El cuerpo se negaba a dejar el molde de la silla y cualquier esfuerzo cerebral por recuperar la vertical se traducía instantáneamente en un dolorosísimo recordatorio de su ingobernabilidad. A la hora de la comida me fui directo a casa por una copiosa dosis de diclofenaco y ketorolaco para que me ayudaran a lubricar y embonar otra vez en su lugar los ejes y dientes de mis descarrilados engranajes. Que desfiguros. Mi cuerpo rígido, enroscado como anzuelo, se negaba a marchar recto. Se desplazaba con lentitud tratando de capturar, lejos de toda gallardía, asideros invisibles. No entiendo como hacían para caminar los antiguos héroes de caballería que después de cabalgar por varios días bajo la lluvia enfundados en sus armaduras oxidadas les sobraba ligereza y garbo para defender las buenas causas. Nada más verme, a Gladis se le dibujó una sonrisita en el rostro que en nuestro lenguaje corporal tiene el significado de “ya estás viejito” Haciendo acopio de una valentía que estaba lejos de sentir, y en detrimento de la poquita elegancia que me pudiera quedar, fui a terminar mi jornada de trabajo. Ya en casa y después de comer me fui con mis quejidos a ver la TV. De pronto, escuché un lamento que no era mío. Lo próximo que vi fue una figura espectral caminando en una posición aún más lamentable que la mía. Era Gladis, y la había atacado, nomás porque sí, el mismo mal. Caminaba en la misma posición que adoptan los purepechas cuando interpretan la danza de los viejitos: agachada, la mano derecha en un bastón y la izquierda en la cadera. No hay duda, somos como siameses. Por un momento nos vemos alternativamente a la cara y al nudo marinero en que se habían convertido nuestros cuerpos y soltamos la carcajada al unísono.
Visitas de la última semana
martes, agosto 24, 2010
lunes, agosto 09, 2010
Otro porrazo
Por tercera ocasión el coche recibió un golpe por alcance. Esta vez fue machacado por una briosa pickup. El percance sucedió a la mitad del trayecto que diariamente recorro para comer. Mi hambre tuvo que esperar y ceder su espacio al ritual que aplica en estos desafortunados casos. Primero se viene el consabido periodo del estira y afloja con el conductor del otro vehículo para establecer y deslindar responsabilidades. El que acepta la culpa es también el que paga el ominoso e inevitable deducible, así que mucho ojo. Una vez que el otro conductor aceptó la responsabilidad del accidente me di a la tarea de adelantar el procedimiento que, gracias a la mala fortuna de mi coche, conozco a la perfección: buscar la póliza del seguro, buscar el teléfono de la aseguradora para que envíe al ajustador (tengan siempre el celular a la mano), dar santo y seña del lugar del accidente de preferencia con todo tipo de referencias conocidas, dar el número de la póliza, y esperar de 30 minutos a una hora a que llegue el ajustador. Ubiquen la tarjeta de circulación y la licencia puesto que es lo primero que les pedirá el ajustador tan pronto llegue al lugar. Luego viene otra media hora para el llenado de formatos, tomar fotos de las partes colisionadas y señalarlas luego en un croquis. Por último (y solo si el automóvil está en condiciones de rodar) queda a criterio de los afectados elegir el día en que se meterá al taller y la resignación de quedarse sin vehículo cuando menos una semana.
martes, agosto 03, 2010
Chaparrón
Hoy el día se despidió dejando tras de si un buen chaparrón. Quede varado en el trabajo esperando sin remedio que amainara un poco el agua para poder salir a recorrer el breve trayecto que me separaba del estacionamiento. Me gustan estos paréntesis momentáneos en los que uno queda encallado en algún lugar cualquiera sin haberlo previamente planeado esperando a que la naturaleza termine lo que con mucha enjundia empezó. Esto mismo sucedió una tarde del año pasado. En aquel entonces, como ahora, estaba esperando que el clima mejorara porque (para variar) se encontraba ensimismado aventando agua a todos lados. En esa ocasión estaba tranquilo y a resguardo en una marquesina haciendo tiempo para que las vejigas del cielo se vaciaran. En eso estaba cuando fui estremecido por un relámpago que cayó de sopetón a escasos 20 metros de donde me encontraba. Recuerdo que aquél rayo envolvió por completo con su luz blanca y azulada una palmera rolliza de 15 metros de altura que al cabo de un par de meses se secó. Después de que la palmera perdió garbo y gallardía, un día alguien se apiadó de su tallo enjuto y lo cortó para posteriormente darle piadosa sepultura. Esta vez no ocurrió nada inesperado mientras aguardaba en la misma marquesina. Solo vi árboles meciéndose y hojas volando sin dirección victimadas por el arrebato de un viento adolescente.
domingo, agosto 01, 2010
Día de carne asada
Ayer fuimos Gladis y Yo a Villahermosa a comprar los arreos necesarios para asar carne en honor a Pedro que se encuentra con nosotros desde el sábado pasado. Compramos sirlon y diezmillo. También compramos papas que Gladis prepara cocidas con especias y que le quedan para chuparse los dedos. Hoy el día se ha estado nublando de a poquito. Pareciera que las nubes se hubieran puesto de acuerdo para pasar por aquí acercándose a paso lento. Se acercan de forma casi imperceptible como para no inquietar a los que caminamos abajo. Ahora mismo viene a mi el siseo apagado que el agua produce al golpear los ventanales de la casa. El aroma inconfundible que la tierra desprende al ser tocada por el agua me reconcilia pronto con el mundo. Pedro ya limpió la cochera y preparó las mesas para el asadero, cosa que me sorprendió pues este es un trabajo que normalmente hace un servidor. Luego vino para avisarme que iba a encender el carbón, cosa que me sorprendió aún más pues es un trabajo que generalmente le produce urticaria y arto desasosiego. Así que aprovechando el tiempo que me sobró al recibir la ayuda inesperada de mi hijo me puse a teclear un poco en esta bitácora que últimamente he tenido en el olvido y platicarles de mis planes de hoy. Bueno, ustedes me disculparán pero acabo de recibir una porción de bistec aderezado con una generosa guarnición de vegetales que me dispongo a comer.