Esta fue una semana de lluvia intensa. Días de aire saturado de humedad y de calles encharcadas. Clima magnífico para el descanso del fatigado. Mi desventura es no haberlo aprovechado como mi cuerpo me lo pedía. Así es el insomnio de ingrato y de poco benevolente con sus anfitriones. Envidio el sueño fácil y placentero de Gladis que es capaz de extraviarla en sus laberinticos vericuetos tan pronto como su cuerpo adopta la posición horizontal. Admiro también su capacidad para reconciliarse con el sueño después de haber disfrutado una relajante y sustancial siesta. Mi sueño en cambio es muy nervioso y asustadizo, su carácter alerta y desconfiado se parece mucho al que adoptan los animales salvajes en los abrevaderos comunitarios africanos. Tengo que prepararle el terreno para que se anime a llegar. Aún así, muchas veces no lo hace. Ha de llegar cuando él quiere y su crónica esquizofrenia se lo permita. Yo lo espero sin perder la calma (más me vale) y mantengo la mente ocupada en algo mientras al sueño se le apacigua su paranoia. Tengo casi siempre un libro comenzado al alcance de la mano para estos casos de escasez onírica o hago planes mentales de diferente cuño. Como cabe esperar, una vez que el sueño viene y se instala, llegada la hora en que quiero que se marche no lo hace. Es tan rejego para irse como lo será a la hora del regreso.
1 comentario:
La perdida del sueño slo nos deja meditabundos a dishoras de la noche, se apoderan de nosotros las añorazas, recuerdos de un ayer tal vez no tan lejano, o pensaminetos de corto pasado, pero el caso que ahi esta el dar vueltas en la cama, tomarse de la almohada, como queriendo que sea un somnifero eficas y transporte al mundo de los sueños maravillosos, saludos Mauro...
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