Tenemos tres semanas de asueto para nosotros solitos. Tres semanas en las que me olvidaré de ir y venir por estas paradisiacas carreteras del sureste, que aunque amplias y arboladas, no están exentas de locos y temerarios conductores que marchan deseosos de convertirse (o lo que es peor, convertir a alguien mas) en carne molida para hamburguesa. Tengo tres semanas de vacaciones a partir de mañana lunes que pienso aprovechar en sabrosas platicas con familiares y amigos que tengo tiempo sin ver. Saldremos mañana a primera hora a Guadalajara Gladis, Pedro, mi suegra Maty y Yo sin itinerario ni ruta preestablecidos. Iremos despacio, como no queriendo llegar, con la mente liviana y festiva para hacer lo que se nos vaya ocurriendo por el camino. Si bien es cierto que en los últimos 3 años he andado mucho en carreteras, también es cierto que mi mente va siempre ocupada maquinando estrategias y planes de trabajo que dicho sea de paso, en la practica nunca salen igual de bien. En estos días venideros espero que mis pensamientos vuelen ligeros por otros derroteros menos escabrosos y volubles en los que abunden los remansos con sombrita de árbol y fruta dulce que tengan por costumbre recibir al viajero con una sonrisa franca y un buen apretón de manos. Espero que mis cinco sentidos vuelvan a exponerse a las mismas cosas que dejaron de percibir hace muchos años atrás y que por lo mismo extrañan hasta el paroxismo. Poco hay tan sencillo y placentero como comer una fruta que no se ha comido en años para que su sabor, olor y textura nos transporten como en alfombra mágica de Aladino hasta aquellos años felices de la niñez en que uno la comía escuchando las anecdóticas y amenas platicas de la familia. Sucede entonces que, después de la primera mordida (como seguramente le sucedió al padre Adán con la manzana) se le vienen a uno encima como castigo, montones de recuerdos en tropel cada cual queriendo ser el primero en hacer chispear la neurona, quien luego los convertirá, mediante la alquimia divina de las sinapsis, en una emotiva emoción capaz de humedecerle los lagrimales al mas duro y violento de los mancebos.
Visitas de la última semana
domingo, julio 28, 2013
miércoles, julio 24, 2013
La hamaca
Les platico que en mi opinión la hamaca es un invento maravilloso. Lo descubrí hace ya varios años por mediación de mi esposa Gladis. En cada casa que hemos habitado desde que vivimos juntos invariablemente lleva la suya consigo para guindarla en la primera oportunidad en el lugar que con mucho esmero y ancestrales conocimientos elige. Esta elección sucede casi siempre antes que la primera semana concluya. Ella no considera una casa habitable (a menos que sea de paso), mucho menos alegre o jacarandosa si antes no ve colgado en su dormitorio su catre-columpio-red como lo dicta el protocolo chamula-choco-lacandon. Una vez concretada la ceremonia de montaje se toma el tiempo para contemplar su obra y siguiendo el mas riguroso estándar comprueba que la altura sea la debida, la tensión sea la correcta, la concavidad sea la ideal. En este punto hay que ver la expresión de bienestar y relajación que adopta. Su sonrisa reaparece mientras las marcadas arrugas van desapareciendo de su frente, el hambre le resurge y corre que le vuela el cotón a prepararse su imperdonable cafecito nocturno antes de descansar y deleitarse en su obra. Una vez instalada de esta forma, la hamaca está lista para convertirse en cama, sofá, mecedora, columpio o spa, al gusto del feliz usuario. La primera vez que la utilicé para dormir (de esto ya hace varios años) lo hice con el temor muy natural de abrirme la cabeza en la primera caída o con miedo a que Gladis me encontrara en la madrugada con la red liada en el cuello, todo morado y con la lengua de fuera ¿Como iba a hacer para girar cuando mi cuerpo me lo pidiera? ¿Como iba a evitar a mitad de sueño que los dedos u orejas se me enredaran entre tanto hilo delgado? En aquella ocasión el calor que hacia me empujó a tomar ese riesgo sin pensarlo demasiado. A veces el calor lo lleva a uno a cometer graves burradas como esa de bañarse en la noche con agua de tambo y con el ventilador directo en la velocidad mas alta con la terrible consecuencia que al día siguiente anda uno con una tos canija, boqueando como bagre sin agua y con los bronquios que no quieren pasar aire. Sin embargo, aquella primera noche que dormí en hamaca la recuerdo perfectamente porque fue algo completamente nuevo, muy diferente a dormir en los camastros previamente conocidos. Pero lo que mas recuerdo fue la profundidad a la que me llevó aquel sueño. Profundidad que me hizo creer al despertar que había dormido solo siete minutos en lugar de las siete horas acostumbradas.
domingo, julio 14, 2013
¿Sauna o canícula?
Estamos cruzando el tramo del año en que simultáneamente llueve y hace calor. Ahora mismo estoy escuchando el crepitar de una tupida y airosa lluvia que tunde el techo de nuestro pequeño patio con arrobada alegría. El jaleo va y viene en muy tupidas oleadas haciendo pequeñas pausas quizás para recuperar el hilo de su resuello. Frente a mi esta girando un ventilador que me lanza un soplo tan caldeado como si fuera el vaho de un doliente afectado por el dengue. Estamos en tiempo de canícula, de perros locos, cuando el sol calienta mas horas al día y nos abraza con sus extremidades de lumbre cortándonos la respiración. Las lluvias nocturnas de esta época se vaporizan tras tocar el comal de la superficie. Es aquí cuando el sauna se enciende y nos impone el baño aunque no nos toque todavía. Esta es la hora de encender los aires acondicionados, los ventiladores, treparse a la hamaca, soplarse con el abanico, bañarse con agua de tinaco o emprender cualquier acción que mitigue el fuego y termine con la amenaza de morir por una combustión espontánea.
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