Tenemos tres semanas de asueto para nosotros solitos. Tres semanas en las que me olvidaré de ir y venir por estas paradisiacas carreteras del sureste, que aunque amplias y arboladas, no están exentas de locos y temerarios conductores que marchan deseosos de convertirse (o lo que es peor, convertir a alguien mas) en carne molida para hamburguesa. Tengo tres semanas de vacaciones a partir de mañana lunes que pienso aprovechar en sabrosas platicas con familiares y amigos que tengo tiempo sin ver. Saldremos mañana a primera hora a Guadalajara Gladis, Pedro, mi suegra Maty y Yo sin itinerario ni ruta preestablecidos. Iremos despacio, como no queriendo llegar, con la mente liviana y festiva para hacer lo que se nos vaya ocurriendo por el camino. Si bien es cierto que en los últimos 3 años he andado mucho en carreteras, también es cierto que mi mente va siempre ocupada maquinando estrategias y planes de trabajo que dicho sea de paso, en la practica nunca salen igual de bien. En estos días venideros espero que mis pensamientos vuelen ligeros por otros derroteros menos escabrosos y volubles en los que abunden los remansos con sombrita de árbol y fruta dulce que tengan por costumbre recibir al viajero con una sonrisa franca y un buen apretón de manos. Espero que mis cinco sentidos vuelvan a exponerse a las mismas cosas que dejaron de percibir hace muchos años atrás y que por lo mismo extrañan hasta el paroxismo. Poco hay tan sencillo y placentero como comer una fruta que no se ha comido en años para que su sabor, olor y textura nos transporten como en alfombra mágica de Aladino hasta aquellos años felices de la niñez en que uno la comía escuchando las anecdóticas y amenas platicas de la familia. Sucede entonces que, después de la primera mordida (como seguramente le sucedió al padre Adán con la manzana) se le vienen a uno encima como castigo, montones de recuerdos en tropel cada cual queriendo ser el primero en hacer chispear la neurona, quien luego los convertirá, mediante la alquimia divina de las sinapsis, en una emotiva emoción capaz de humedecerle los lagrimales al mas duro y violento de los mancebos.
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