Soy Alex. Ayer fui bautizado a las 13 horas en la parroquia del sagrado corazón de Jesús de Villahermosa Tabasco. La comida se sirvió en un bonito lugar de la misma ciudad. La fachada del edificio estaba coloreada de naranja y beige; había música ambiental que invitaba a los presentes a arrellanarse en sus mullidos canapés azules que estaban esparcidos a lo largo de los pasillos. Fue un bonito día soleado con nubes blancas y apacibles estampadas en un lienzo azul; estaban casi inmóviles, como si el mal tiempo les hubiera reservado un espacio de calma para salvaguardarlas de los azarosos vientos del norte. El viento suave y fresco que soplaba nos acariciaba con sus manos de seda que se extendían desde las márgenes del caudal perezoso del arenoso río carrizal. Mi ropón blanco de algodón tenia una delgada cinta de brocal con rallas diagonales de colores que corría a lo largo de los ojales y lo coronaba un bonito gorro que tenía una pequeña visera con la misma cinta de brocal que adornaba mi ropón. Todo el conjunto, combinado con los chapetes encendidos de mi cara rolliza, (está mal que yo lo diga pero) me daban el aire de un niño pintado por Velazquez. Mi mamá traía puesto un vestido de seda que, gracias a los buenos oficios de la gravedad y a las bondades de la tela, estaba ausente de arrugas y dobleces. Estaba estampado con anchas rayas horizontales anaranjadas y blancas. Su pelo largo le llegaba a los hombros y le resbalaba por la espalda en graciosos rulos como simulando una cascada. Mi sonriente papá, que nos miraba a través de sus negros lentes de carey, llevaba el pelo corto como de cadete militar que, ayudado por su barba de candado, disimulaba bien su calvicie prematura. Él vestía una bonita guayabera rosa pálido que hacia juego con su pantalón blanco marfil. Para la comida se dispuso de un bufete que se acompañó con una gran fuente de postres, bocadillos y botanas, adornada (así quiero pensar yo) con una gran fotografía de este su muy sonriente y seguro servidor. Para los niños había caballetes con grandes dibujos que esperaban ser pintados con pinceles y pastillas de acuarela, o para los que preferían saltar y echar maromas, había un castillo inflado con habitaciones y atalayas. A las siete de la noches ya no quería más queso. A esa hora ya estaba realmente engentado. Mis abuelitos ayudaron a mi mamá a acarrear con todos los bártulos (mi carreola, mi moisés, mis regalos y mi gran foto panorámica -autoría de mi tío abuelo Lucio) para darnos pronto a la fuga.
Visitas de la última semana
domingo, noviembre 24, 2013
viernes, noviembre 22, 2013
Mala vialidad
Pedro llegó hoy por la mañana. Tan pronto pisó home agarró calle acompañado por Gladis y Alejandra. Pasaron a ver un rato a su sobrino Alex y enfilaron después con rumbo a Reforma para visitar a su Abuelita Maty. Estuvieron de regreso como a las ocho de la noche, hora en la que por fin pude verlo. Cenamos juntos unas estupendas enchiladas bañadas con un rico mole que su abuelita le preparó. Gladis llegó quejándose amargamente del tráfico lento de Villahermosa. Desde hace como un año los embotellamientos viales en la ciudad han ido creciendo hasta convertirse en eficientes generadores de migraña. Parece que el gobierno de la ciudad inició simultáneamente todas las obras pendientes con el propósito propagandístico de mostrarnos lo cumplidores que son. Acción muy explicable y lógica si tenemos en cuenta nuestra natural inclinación de poner en duda todo lo que el gobierno y los medios de comunicación nos informan. Las obras de construcción que el gobierno lleva a cabo, combinadas con los abundantes encharcamientos que las lluvias han dejado, las reducidas y serpenteantes calles llenas de baches, el exceso de vehículos circulantes, la pírrica educación vial de los conductores y una infinidad de cafres al volante entrenados en las pistas de carreras virtuales de xbox, hacen que circular en la ciudad en horas pico sea un tormento comparable a la quemazón de pies de nuestro venerable antepasado azteca Cuauhtémoc. Ni que decir cuando todo lo anterior se conjugo con el "buen fin"; durante esta calamidad me dieron ganas de dejar el coche botado en medio de la calle y terminar mi trayecto faltante a paso redoblado.
domingo, noviembre 10, 2013
El curioso incidente del perro a media noche
Al fin tuve libre un fin de semana completo para consentirme. Después de tres semanas continuas con sable en mano y vestido de ninja warrior me toco estar en la retaguardia disfrutando el lado bueno de la vida. Estoy gozando el descanso como lo haría un pitonero después de haber combatido el incendio del pozo Tierra 123 de Nacajuca Tabasco durante toda la jornada, o como lo haría un policía comunitario del grupo de autodefensa en Michoacán después de haber terminado su guardia de trinchera: relajación total con bebida hidratante y espirituosa cerca para sacudiese el cansancio y el estrés acumulados. Cuando el tiempo y las circunstancias están a favor (esto pasa cuando la desesperación se toma un receso), por lo general me inclino a satisfacer a mi demandante curiosidad. Entonces me da por saber cosas que no tienen relación directa con mi trabajo; cosas que muchas personas considerarían algo así como orinarse fuera de la taza, puesto que la mayoría piensa y actúa como el naufrago: satisfacer el hambre y la sed, estar atentos al rescate milagroso y envidiar a los que están en tierra firme. Mis preocupaciones de ahora (y también de antes) son distintas a las del naufrago, por eso he elegido leer en este espacio de tiempo que tengo libre "El curioso incidente del perro a media noche". Es una novela de Mark Haddon cuyo titulo no impresiona a nadie pero que me ha llevado de la mano a conocer el mundo tal como lo interpreta Chritopher Boone un adolescente de 15 años con síndrome de asperger. Curioso tema para ser tratado en una novela que no me decepcionó.
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