Ayer terminé el último día de mi tratamiento contra la psoriasis. Duró 45 días. Más del 50 por ciento de mi cuerpo estaba gravemente afectado por este mal con fama comprobada de no tener cura. Después de dos años de padecer este trastorno y ser testigo de su progresivo agravamiento con todo y la aplicación de medicamentos costosos decidimos Gladis y Yo buscar soluciones alternativas. Nuestra búsqueda nos condujo hasta una clínica ubicada en la periferia de Mérida Yucatán. Ésta primera consulta fue el principio del fin de mi tenaz psoriasis. Ahora mi piel luce tan sana como antes; completamente limpia. Con el agregado de ostentar ahora un estupendo bronceado. Las bermudas que hacía dos años no utilizaba, volvieron a salir del closet, felices de que su encierro haya por fin terminado. Para mi fueron 45 días de ayuno de letras, de sueño voluble y quemadas de sol. Para Gladis fueron 45 días de silente trabajo y paciente abnegación. Ahora la inquietante pregunta es ¿algún día retornará? Mi médico afirma que la curación es definitiva pero que me dará de alta hasta después de dos años, tiempo en que le estaré enviando una vez cada dos meses ciertos estudios de laboratorio. Tengo fe en que así será. Por lo pronto me siento liberado de un gran peso.
Visitas de la última semana
lunes, julio 21, 2014
viernes, julio 18, 2014
Canícula
Desanimo total del aire, que yace lánguido sobre calles boquiabiertas. Banquetas que marchitan caminantes con sus miradas de rayo incandescente. Resuello caliente y abultado que se clava fiero en las paredes del gaznate. Agua salada que escurre veloz por llanos de pelambre hirsuto y tieso. Sol fogoso que abraza con caldeado vaho y rictus iracundo. Todo es un comal lengüeteado por las llamas rojas de un hogar puesto a punto para hacer diez kilos de tortillas de maíz nuevo. Las almas marchan lentas y cabizbajas bajo un colérico cielo azul de calva metálica y relumbrosa, o esperan inertes en la esquina, con el ánimo quebradizo, el esporádico paso de su camión. Ojos que se humedecen tras los cristales empañados de los lentes. Gotas gordas de sudor, que locas de rabia, se despeñan con pulcro heroísmo desde la cumbre de la nariz. Árboles con hojas quitas que resguardan el volátil sueño de los pajaritos. Iguanas tan inmóviles que parecen fotografías.
lunes, julio 14, 2014
Tomás
Tenía más de 35 años de no saber nada de Tomás. El Chino, como cariñosamente le decíamos sus amigos de secundaria. Recuerdo con claridad su piel apiñonada y su gran cabeza coronada por un pelo castaño ensortijado peinado al estilo afro. Le gustaba proyectar una imagen de chico malo que intimidaba al primer vistazo. Ahora me recuerda a Holden Caulfield protagonista de la novela El Guardián entre el Centeno. Pero una vez que entreabría esa cortina de hierro dejaba al descubierto un corazón tan noble como la madera de caoba o de nogal. En aquel tiempo las revueltas estudiantiles eran muy frecuentes y las autoridades muy tolerantes con ellas. Hablo del año 1973. Había que ser duro ante los demás si se quería sobrevivir en aquel ambiente fogoso lleno de adolescentes que desbordaban testosterona, anhelantes de ejercer su recién adquirida libertad. En aquel tiempo los estudiantes tenían licencia para saquear. Un día se les ocurría sin más secuestrar un camión urbano con todo y chofer, y otro día también. Así, dueños de camiones y de sí mismos, recorrían la ciudad asaltando los camiones repartidores de refresco, las tiendas de abarrotes y de licores, y todo lo que se interponía en su camino. Con el botín amablemente recaudado, se iban de camping a los balnearios de las afueras de la ciudad a comer y a libar como auténticos cosacos. Afortunadamente nuestro interés (de Tomás, de Isidro y mío) iba en otra dirección: la música. Isidro y Yo le rascábamos algo a la guitarra y se nos metió un día en la cabeza formar un grupo musical. Así, sin más ¿Y el baterista? Quién será el baterista? -nos preguntamos. Yo mero -propuso Tomás. Y fue así que nació el primer grupo llamado Límite: guitarra, bajo y batería. La primera voz la hacia Isidro y el coro lo hacia Tomás. Empezamos a ensayar en la casa de Isidro que estaba muy cerca del parque Gonzalez Gallo de Guadalajara. Fue una época de aprendizaje acelerado y pocas semanas después ya teníamos nuestra primer tocada que fue preámbulo de muchas más. Teníamos 15 o 16 años de edad y tocábamos palomazos en tardeadas organizadas en la colonia Talpita, frente a la iglesia, en el tercer piso de una casa que hacia esquina con la 56. Éramos bastante aventados. Nunca nos frenó el temor a hacer el ridículo. No obteniamos ningún beneficio de las tocadas, ni siquiera sacábamos para pagar los camiones. Lo que se ahorraba se invertía en instrumentos y accesorios musicales. Tocábamos por puro amor al arte. Mientras nosotros ensayábamos y amenizábamos fiestas privadas, el estudiantado se convulsionaba en una guerra intestina entre partidarios de la FEG y de la FER. Nacía la liga comunista 23 de septiembre cuya base se formó con estudiantes de la FER y de la pandilla de los Vikingos de la colonia San Andrés. Fue una época difícil para los estudiantes de secundaria y preparatoria. Muchos de ellos fueron seducidos por la corriente libertaria del Che Guevara y Fidel Castro que los animó a participar activamente en actividades de resistencia civil que los empujó poco después a la desigual lucha armada clandestina en la que casi todos murieron violentamente. La mía fue una generación de nacidos para perder. A Tomás, a Isidro y a mi nos salvó nuestra gran amistad y nuestro sincero amor por la música. Nos dio algo más en que pensar. Hoy marchamos separados, pero siempre estaremos hermanados por la amistad y los recónditos secretos de la música. Envío un afectuoso abrazo a mis queridos amigos de adolescencia, esperando que sus nietos encuentren amistades tan firmes y duraderas como la nuestra.
sábado, julio 12, 2014
Entre olvidos y desusos
A ninguno de mis hijos les emocionan las letras como a mi. Ellos nacieron en la época de la cultura fast track; de los mini mensajes comunicados en tiempo real por dispositivos inalámbricos; de las imágenes que recorren el mundo instantáneamente por redes de fibra óptica. Época en que el arte clásico se transforma en una especie de performance beat, tirando a gore. Época en que las novelas de lobos y vampiros, y los best sellers de superación personal inundan los gustos de las personas y los estantes de las librerías. Vivimos en una era en que se rinde culto a la imagen mientras que las palabras mueren lentamente de inanición en los húmedos sótanos, en los oscuros áticos, en las polvorientas bibliotecas y en las arcaicas librerías. De las bibliotecas ya ni hablar ¿alguien sabe lo que son? Anualmente desaparecen decenas de palabras de los diccionarios víctimas del olvido. Sus epitafios bien podrían decir "extinguidas por desuso". Hoy en día la obesidad esta mal vista hasta en los diccionarios; en los libros ni se diga. George Orwell vaticinó en su novela futurista 1984 que viviríamos en sociedades sin libros cuyo idioma no sobrepasarían de 1000 palabras. Esta realidad de comunicación, saturada de señas y acrónimos, ya se vive hoy día en las redes sociales. Si los hombres del las cavernas tenían una buena vida igualitaria sin que hubieran palabras ni diccionarios ¿por qué carajos nosotros no podríamos hacer los mismo? ¿Para qué querríamos tantas palabras rompe cocos en una sociedad que se admira porque una imagen dice más que 1000 de ellas? Mejor aceleremos el paso para llegar más pronto a ese futuro orwelliano de permanente reality show en donde la responsabilidad de los bomberos no era apagar incendios sino provocarlos, manteniendo las llamas vivas con el combustible de los libros; entonces si, entre más gordos mejor. No sé si ya llegó el día en que deba dejar mi puesto de promotor de lectura entre mis allegados, con resultados bastante pírricos por cierto. He confirmado que los promotores de mayor éxito en esta tierra tropical no son los que ofrecen excursiones a los rebuscados y oníricos paraísos del arte. Claro que no. Los promotores que realmente rifan en estas tierras hidrocálidas son los que ofrecen excursiones a recintos con buena comida, buena bebida, buena música y buenas pantallas; y si tu pagas mejor. No hay quién, estando en sus cabales, se rehuse a una invitación de esta manufactura ¿Para qué pensar tanto en crear imágenes a partir de oraciones y frases infumables si existe un mundo lleno de preciosas imágenes en Youtube, en el cine, o en la tele? Es mejor no fastidiar y guardar sólo para mi esta arcana y desusada preferencia.
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