A ninguno de mis hijos les emocionan las letras como a mi. Ellos nacieron en la época de la cultura fast track; de los mini mensajes comunicados en tiempo real por dispositivos inalámbricos; de las imágenes que recorren el mundo instantáneamente por redes de fibra óptica. Época en que el arte clásico se transforma en una especie de performance beat, tirando a gore. Época en que las novelas de lobos y vampiros, y los best sellers de superación personal inundan los gustos de las personas y los estantes de las librerías. Vivimos en una era en que se rinde culto a la imagen mientras que las palabras mueren lentamente de inanición en los húmedos sótanos, en los oscuros áticos, en las polvorientas bibliotecas y en las arcaicas librerías. De las bibliotecas ya ni hablar ¿alguien sabe lo que son? Anualmente desaparecen decenas de palabras de los diccionarios víctimas del olvido. Sus epitafios bien podrían decir "extinguidas por desuso". Hoy en día la obesidad esta mal vista hasta en los diccionarios; en los libros ni se diga. George Orwell vaticinó en su novela futurista 1984 que viviríamos en sociedades sin libros cuyo idioma no sobrepasarían de 1000 palabras. Esta realidad de comunicación, saturada de señas y acrónimos, ya se vive hoy día en las redes sociales. Si los hombres del las cavernas tenían una buena vida igualitaria sin que hubieran palabras ni diccionarios ¿por qué carajos nosotros no podríamos hacer los mismo? ¿Para qué querríamos tantas palabras rompe cocos en una sociedad que se admira porque una imagen dice más que 1000 de ellas? Mejor aceleremos el paso para llegar más pronto a ese futuro orwelliano de permanente reality show en donde la responsabilidad de los bomberos no era apagar incendios sino provocarlos, manteniendo las llamas vivas con el combustible de los libros; entonces si, entre más gordos mejor. No sé si ya llegó el día en que deba dejar mi puesto de promotor de lectura entre mis allegados, con resultados bastante pírricos por cierto. He confirmado que los promotores de mayor éxito en esta tierra tropical no son los que ofrecen excursiones a los rebuscados y oníricos paraísos del arte. Claro que no. Los promotores que realmente rifan en estas tierras hidrocálidas son los que ofrecen excursiones a recintos con buena comida, buena bebida, buena música y buenas pantallas; y si tu pagas mejor. No hay quién, estando en sus cabales, se rehuse a una invitación de esta manufactura ¿Para qué pensar tanto en crear imágenes a partir de oraciones y frases infumables si existe un mundo lleno de preciosas imágenes en Youtube, en el cine, o en la tele? Es mejor no fastidiar y guardar sólo para mi esta arcana y desusada preferencia.
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