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miércoles, mayo 09, 2007

Los caminos de la vida

Yola, no puedo hablar por todos. Solo puedo hablar por mí que te conozco. Hace 23 años salí de nuestra casa. Durante todo ese tiempo, te habré visto (junto a mis otros hermanos) escasos 15 días en cada uno de mis viajes. Haciendo aritmética elemental te habré visto alrededor de 345 veces en 23 años. Durante todo ese tiempo puedo asegurarte que no has cambiado nada. Y mira que cuado dejamos de ver a las personas por largo tiempo notamos mejor sus cambios y en ti no he logrado notar ninguno. Continúas con tu carácter alegre, tu inigualable chispa, tu buena cara ante las adversidades, tu desprendimiento de lo material, tu pronta disposición a regalar tu tiempo, y tu inigualable desparpajo en las cosas de tu casa. Me has comentado de tu estado emocional, de la depre como tú le llamas, pero no lo veo traducido en tu conducta. Hay veces que sirve de algo sacar eso que nos preocupa escribiéndolo, aunque sea solo para leerlo nosotros mismos. Eres una buena persona, no me cabe duda de eso. He visto en no pocas ocasiones tu disposición a regalar tu tiempo aún dejando de lado tus deberes familiares. Yo, en lo personal, te estaré siempre agradecido por tu pronta disposición a cambiar de residencia para acompañar a nuestro padre que después de haber perdido a su compañera de toda la vida se quedó solo en su casa. Tú tomaste esa responsabilidad a las primeras de cambio. No sé si lo hiciste con la finalidad de darnos a los demás hermanos la tranquilidad que necesitábamos para continuar con nuestras propias vidas sin la preocupación de que nuestro padre se fuera a quedar solo en esa casa triste y vacía. Yo sentí que así fue y eso para mí es suficiente. Por eso siento por ti y tu familia un agradecimiento infinito por ese gesto que me dio tranquilidad. No hay forma de que mi familia y yo te paguemos eso. Me queda claro que no lo ibas a atender como lo hizo mi mamá, eso no creo que lo hubiera logrado alguien más, pero si lo acompañaste, fuiste su confidente, y Él te lo agradeció. En este momento te quisiera decir en persona que tienes en mí a un hermano que sabe lo que vales, que te aprecia por lo que eres y por lo que significas, y que me he sentido enormemente feliz con tu compañía, aún con los defectos que tú misma te atribuyes. Todos deberíamos tener la oportunidad de que se nos trate con benevolencia cuando sientan que nos equivocamos. Nadie estamos exentos de defectos y de equívocos, todos deberíamos contar con el beneficio de poderlos redimir, máxime si las faltas cometidas son resultado de estados de ánimo que nos aquejan debido a acontecimientos que nos abruman y acentuados también por nuestra propia edad. Siempre habrá mal tiempo que sortear, malas decisiones que afrontar, injusticias que soportar, dichos que lamentar; lo que no siempre habrá son personas como Tú, siempre dispuestas a ayudar. Gracias hermana por el tiempo que me has dedicado, por lo querido que me he sentido a tu lado, por no olvidar que tienes un hermano desbalagado, por apoyar a mi hijo, por acompañar a papá. Siempre he pensado que el amor y empatía por una persona es proporcional al tiempo que le dedicamos, y tú me has regalado mucho del tuyo. Gracias, muchas gracias.

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