Este mes de julio cumplo 25 años de haber salido de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Guadalajara. No lo hubiera recordado si no recibo un mail de José Antonio López, compañero de carrera de Arandas Jalisco. Hace aproximadamente como 5 años, por pura casualidad, coincidí con Él en una ciudad que no recuerdo (tal vez Monterrey). Ambos íbamos a la misma reunión de trabajo relacionada con la industria petrolera. Fue una agradable sorpresa enterarme que continuaban reuniéndose cada año algunos exalumnos de aquel grupo de ingenieros mecánicos electricistas y me invitó a la reunión del siguiente año si acaso planeaba ir a Guadalajara. Y así fue. En aquella ocasión se me dio la oportunidad de saludar a una veintena de compañeros, algunos ya calvos, otros canos, otros igualitos, los más ya gruesos, pero todos con el mismo carácter que yo aún rememoro. Ahora que escribo estas líneas me vienen en bola los recuerdos; se me amontonan, se me amotinan, me abruman. Todos están vestidos muy monos tratando de seducirme para que los exhiba al público contemporáneo después de haber estado momificados por un cuarto de siglo en una caverna muy húmeda y obscura ubicada en lo más recóndito de mi subconsciente. Les digo que ya están viejitos, que sus trapos no están fashion, que su corte de pelo es retro, que sus chistes arrancarán exclamaciones como ¡que oso! No creen que “sábado por la noche” ya no se escucha, ni mucho menos se baila. Platico con ellos, evocamos lugares, amigos, maestros, materias. Por fin se dejan convencer que su tiempo ya pasó, que ahora es momento de dejear espacio a los hijos. A ellos les toca ahora caminar por aquellos pasillos, respirar el aroma de aquellos jardines, escuchar aquel rumor de voces que se mezclan, saborear las tortas y los tacos durante los recesos y disfrutar un humeante vaso de café escuchando la clase en una mañana fresca de noviembre. Feliz 25 aniversario generación 78-83 de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Guadalajara.
Visitas de la última semana
lunes, julio 28, 2008
viernes, julio 25, 2008
Los sonidos y la mente
Estoy en el sillón de siempre acomodado cuan largo y ancho como todos los viernes. Afuera la penumbra devora con avidez los últimos trazos débiles de luz. Escucho y veo de soslayo, como no queriendo, un video de Joe Cocker cantando con su inconfundible voz ronca y áspera “you are so beuatiful” mientras agita sus manos y dedos con la intensidad que refleja su concentración. Pienso en la belleza de algunos momentos, por desgracia casi siempre fugaces. A medida que el día cierra los ojos escucho truenos largos y amortiguados señal de que en algún lugar distante el cielo descarga sus enormes vejigas negras. Respiro el ambiente húmedo dejado por las últimas lluvias. Mis alvéolos se alborotan al recibir el aire fresco y renovado concientes de lo efímero de la ocasión. Las aves también sienten que algo distinto flota en la noche, lo demuestran sus trinos que me hacen recordar la toccata y fuga de Bach o la pequeña serenata nocturna de Mozart. Oigo el ruido de un motor, luego un portazo, niño y patón ladran como cuando viene visita. Por breves segundos me asalta la idea de que esto pueda ser verdad y me encuentren aquí tan despatarrado como estoy. Rápidamente vuelvo a la realidad al recordar que mi estado de relajación es precisamente gracias a que vivimos algo retirado del ajetreo urbano razón que hace pensar dos veces a los interesados en ver estas caras nuestras de ermitaños. De pronto, mientras escucho la canción “wonderful tonight” de Erick Clapton me veo transportado al pasado y aterrizo en aquel café de Reforma en donde en compañía de Gladis disfruto una humeante taza de café.
sábado, julio 19, 2008
Día nublado
Este día estuvo plagado de nubarrones grises sobre un cielo lechoso y sin gracia. Los rayos de sol se toparon con la dificultad de sortear esa gruesa capa esponjosa de humedad cerrándoles el paso e impidiéndoles cumplir su acostumbrada rutina de evaporarle a uno el cerebro. Aún así, Gladis se animó a ir con su mamá Matilde y su hermana Matilde a Balancán, uno de tantos municipios de Tabasco, a una graduación. Se fueron con la intención de regresar hasta mañana en la tarde. Por otro lado, Ale se fue a una fiesta a Huimanguillo, otro municipio de Tabasco, con una familia conocida, su intención es también regresar hasta mañana. Pedro y yo nos quedamos en casa con Daniel que esta con nosotros de visita antes de marchar a Puebla.
Este mes ha tenido días cargados de fuertes ventarrones. Me ha sorprendido el daño que ha dejado el viento en árboles, algunos de los cuales ha arrancado de raíz. Nuestra bugambilia bicolor no fue la excepción y sucumbió mortalmente abatida por uno de estos mini tornados. Las ramas de muchos árboles tampoco soportaron el efecto arremolinado de los vientos encolerizados quedando colgadas grotescamente retorcidas y astilladas. Lo que me parecía más curioso, es que la extensión del daño se limitaba a áreas pequeñas del tamaño de una manzana. Pude observar que había árboles cruelmente mutilados de sus ramas mientras su vecino frondoso ubicado a escasos diez metros se encontraba en perfectas condiciones. Lo peor de todo fue la pérdida de nuestra bugambilia, ni modo.
Este mes ha tenido días cargados de fuertes ventarrones. Me ha sorprendido el daño que ha dejado el viento en árboles, algunos de los cuales ha arrancado de raíz. Nuestra bugambilia bicolor no fue la excepción y sucumbió mortalmente abatida por uno de estos mini tornados. Las ramas de muchos árboles tampoco soportaron el efecto arremolinado de los vientos encolerizados quedando colgadas grotescamente retorcidas y astilladas. Lo que me parecía más curioso, es que la extensión del daño se limitaba a áreas pequeñas del tamaño de una manzana. Pude observar que había árboles cruelmente mutilados de sus ramas mientras su vecino frondoso ubicado a escasos diez metros se encontraba en perfectas condiciones. Lo peor de todo fue la pérdida de nuestra bugambilia, ni modo.
domingo, julio 06, 2008
De regreso
No he tenido ánimos de escribir. Hace casi dos meses que me aparté de esta bitácora. Ayer Pedro llegó, vino a pasar un mes de vacaciones con nosotros. Su viaje estuvo salpicado de inconvenientes. Apartamos su boleto con casi un mes de anticipación. Su vuelo estaba programado para el viernes en la tarde. Ese día, al llegar a documentar su equipaje le informaron que no fue posible cubrir el costo del boleto con la tarjeta. No tengo problemas con mi tarjeta, por lo que supuse que había sido una maniobra desleal de la línea de aeromexico para justificar alguna omisión de su parte. En ese momento Gladis empezó a hacer llamadas a otras aerolíneas pero no hubo suerte. No fue posible encontrar conexión en México sino hasta el día siguiente a las 6:45 a.m. con mexicana. Pedro se las arregló para que una amiga le diera posada en su casa de Puente Grande esa noche. Al día siguiente una fuerte tormenta le impidió llegar a tiempo y perdió el vuelo una vez más. Otra vez se las arregló para que lo pusieran en lista de espera hasta que le buscaran un nuevo horario de viaje. Para ese momento su mamá estaba hecha un manojo de nervios. Llegó ayer casi a la 4 p.m. a Villahermosa. Fue hasta entonces que su mamá se relajó. Hasta esa hora Gladis puso atención a la tripa que le empezó a recordar que no le había depositado alimento sustancioso en las últimas 24 horas. Pasamos por Kory a Villahermosa y enfilamos a Reforma para aplacar el hambre que a todos nos aguijoneaba. Me comí tres tamales y medio que Adelita tuvo a bien empacarme. Buenísimos. Su sabor me hizo evocar tiempos pasados con la familia en la colonia oblatos. Desempacamos el alfajor y el dulce de guayaba que Toña nos envió. La imagen de los dulces me transportó momentáneamente al mercado de San Juan de Dios recordándome sus sabores, sus olores y sus colores. Con el riesgo de no poder dormir, me comí otros dos tamales en la cena. Gracias Adelita, Gracias Toña.
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