Ahora mismo esta cayendo un aguacero cerrado acompañado de arremolinados vientos. Recién llegamos de Reforma Gladis y Yo. Fuimos a dejar a José Manuel y su familia a su casa y la lluvia nos acompañó de ida y de vuelta. No estaba planeado que yo me uniera a la comitiva pero la amenaza de lluvia hizo que Gladis me pasara la estafeta. El espacio celeste era una gran mancha negra intimidante preludio del diluvio que se gestaba y que luchaba por salir de su interior. Los desamparados cocoites se mecían violentamente al compás de las caprichosas ráfagas de viento y sus tiernas hojas volaban al garete arrancadas del maternal regazo de sus ramas. La carpeta asfáltica era un depósito de hojas y ramas, primeras víctimas de lo que apenas era un bosquejo de la verdadera tempestad. Poco tiempo después, ya en la carretera, los relámpagos se sucedían casi sin demora y luego que sus estelas centellantes rompían el aire en su viaje hacia la tierra nos dejaban su estruendo como corolario. Siempre me he preguntado como hacen las aves para sortear estas agitadas borrascas que descuajaringan sus nidos y zarandean sus condominios de enramadas sin el menor atisbo de pena. La tierra incapaz de absorber el agua con la misma rapidez con la que cae, empieza a formar arroyos que deslavan rápidamente la superficie creando zanjas que se convierten luego en verdaderas trampas para los incautos. Escucho el agua aporreando el toldo y la veo escurriendo por el parabrisas mientras los limpiadores riñen en su fallido intento por aclararme el camino. Mi temor más inmediato era caer en uno de tantos baches que aderezan el trayecto de Reforma disfrazados ahora de inofensivos charcos. Así pues, mi propósito de disfrutar en casa una tarde tranquila de domingo (después de una agitada guardia de trabajo) se vio frustrada por este loco e inoportuno vendaval. Lo bueno de esto es que de regreso pasamos a la tienda a comprar un queso que Gladis usa como ingrediente en un flan napolitano con el que me podría envenenar si quisiera, así que dejo esta bitácora para comerme una rebanada que justo ahora me puso al lado y que no me dejará continuar.
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