El viernes nos fuimos a Palenque para que Aranza conociera la zona arqueológica de la antigua ciudad Maya que gobernó el rey Pakal hace 1400 años. La primera vez que visité este lugar me produjo una grata impresión. Si tuviera que utilizar una sola palabra para definir ese momento usaría la palabra sorpresa. La razón de esta impresión es que a diferencia de otras ruinas mayas (o aztecas) las de Palenque están en medio de una densa selva. Por ejemplo en Uxmal o en Chichen-Itza uno puede ver las pirámides desde la entrada a la zona arqueológica pero en Palenque es diferente. Aquí uno puede estar parado a 30 metros de la pirámide más cercana sin observar nada todavía. De pronto, al dar vuelta en el último recodo del andador ¡sorpresa! Aparece majestuosa y magníficamente conservada la pirámide de las inscripciones que sirvió de tumba al rey Pakal. Los ojos no se cansan de ver estas pirámides incrustadas en mitad de la selva que producen en quien las mira una intensa paz interior y el deseo de permanecer inmóvil en su contemplación por tiempo indefinido. Con algún pesar abandonamos Palenque para continuar nuestro recorrido a las cascadas de agua azul. En mitad del trayecto hicimos un alto para visitar la cascada misol-ha que tiene una caída de agua de aproximadamente 30 metros y que llena de brisa fresca los alrededores. Aquí se respira el olor de la montaña y se escuchan los ruidos naturales de la selva. Existe un andador que lleva a los visitantes que buscan emociones diferentes a caminar detrás de la caída de agua. Este andador fue construido detrás de la cascada aprovechando un espacio natural entre la roca modelado seguramente por la erosión del agua durante algunos milenios. Después de media hora retomamos el ondulante camino que nos llevaría a nuestro último destino; las cascadas de agua azul. Este trayecto es el más sufrido por Gladis debido a la gran cantidad de subidas y bajadas que serpentean a todo lo largo del camino. Durante todo el recorrido no cesó de hacerme un sinfín de recomendaciones; ve más despacio, adelante hay una curva, ¡tope! (grito y salto casi siempre fueron simultáneos), cuidado con ese carro, no rebases, adelante hay grava suelta, no te acerques a la orilla, ¿no es eso un deslave?, etc., etc. No es fácil describir las emociones que produce este lugar cuando sus efluvios entran en contacto con nuestros sentidos. La naturaleza nos regala una de sus mejores escenografías utilizando como elementos un ancho río de agua azul que fluye en sucesivas cascadas y remansos entre grandes, redondas, blancas y lisas piedras calizas; todo rodeado de una cerrada vegetación cubierta por una capa de oloroso musgo y todo tipo de enredaderas. Llegamos a casa todos molidos como a las 8 p.m. directo a la regadera y a dormir de corridito hasta al siguiente día. Hoy alrededor de las 6 a.m. Gladis y Pedro encaminaron a Aranza de regreso a Gdl dando así por terminada su visita de una semana por estas tierras del sureste.
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