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sábado, febrero 07, 2009

Primacía de la rubiácea


Nuestra gardenia ostenta con júbilo desbordado diez gruesas flores blancas muy olorosas. Su buena índole las destaca de aquellas más coloridas que coexisten junto con ellas en la cofradía de nuestro jardín. Ante ellas, las otras parecen meros lacayos, simples neófitos del ornamento. Su bruñida apariencia atrae la mirada efusiva del caminante que muy pronto se ve rodeado por las emanaciones dulces de su aromático perfume. El otrora mondo breñal, ahora se ha convertido en floresta perenne que se exhibe soberbia como un recamado monarca francés. Atrás quedó aquel matorral pusilánime que servia de hogar a toda clase de bichos rastreros y voladores, y que lo mantenían siempre ahíto y contrahecho por la intensa labor de zapa infringida sobre sus brotes. Ahora se alza inefable con petulante seguridad como queriendo decir –si, de esta manera soy yo–

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