El lunes en la tarde tocó la puerta nuestra antigua vecina. Muy empolvada y con tapaboca me solicitó el baño para lavarse. Me explicó que había venido con sus hijos a desocupar la casa para entregarla a la administración de pemex (desde hace como 5 años viven en Villahermosa). Por razones de peso y de volumen me ofreció regalados una mesa de madera, 3 sillones de hierro y una armazón de madera (duela) de unos 2x5 metros. Vestido de bermuda y playera, y calzado con unas chanclas de plástico, la acompañé a su casa (que esta enfrente a la mía) para ver los susodichos enseres. Entre su hijo y yo tratamos de sacar de la casa la armazón de madera por la puerta de la cocina ya que era el único acceso abierto (la llave de la puerta principal por donde había entrado, se perdió). No hubo éxito. Lo único que logré sacar fue un tropezón con semejante armatoste que me desgarró media uña del dedo gordo del pié izquierdo. El golpe me dejó viendo estrellitas. El dolor iba y venía en grandes y pausadas oleadas desde la punta del dedo gordo hasta la punta del último pelo de la cabeza. A la vez un sudor frío y un aletargamiento se apoderaron lentamente de mí. Estuve vibrando como diapasón aporreado por quién sabe cuanto tiempo. Sentía el pié pegajoso y la uña teñida de rojo mostraba una fea hendidura que se prolongaba desde la punta hasta la mitad. Después de un rato y ya un poco recuperado, la vecina me preguntó mientras me señalaba la batea de su camioneta repleta de libros si había en Reforma una biblioteca. Me explicó que tenía la intención de donar toda esa pila de libros (entre ellos varias enciclopedias) porque a ninguno de sus hijos les interesaba la lectura. Si le interesa alguno de ellos lo puede tomar –me dijo. No había terminado su ofrecimiento cuando ya estaba trepado en la camioneta buscando libros con la misma enjundia que un pirata buscaría en un cofre lleno de joyas los diamantes. Seguramente la vecina me vio tan enajenado en la pepena (hasta el dedo se me olvidó) que se aventuró a preguntar con una sonrisa media picara ¿y si se los dejo todos? Si –respondí con una sonrisa de presidente recién electo. No se decir cuantos libros son, pero calculo que el peso de todos juntos ronda los 100 kilogramos. No creo que me alcance el tiempo para leerlos todos pero la lucha le haré. Faltaba más.
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