Gladis y yo apenas estamos saliendo de una mortificante y colosal gripa. Nuestro andar aún esta lejos de ser garboso y nuestra enclenque figura aunque rolliza continúa desprovista de su natural color. Deambulábamos por la casa igual que figuras de cera transparentes. Pareciamos fantasmas en busca del huidizo pueblo de Comala de Pedro Paramo, cada una con su rollo de papel higiénico en la mano, único consuelo y paliativo contra la ingrata y acatarradora enfermedad. Los apenas tolerables síntomas tales como la tos espasmódica, la respiración chillóna y agitada, el abundante moco acuoso, la temperatura nocturna, el lagrimeo de mojina, la nariz tapada, así como la sordera recalcitrante y muchas noches de insomnio y mal dormir fueron nuestros inseparables acompañantes por espacio de 15 largos días. Afortonadamente los días vuelven a ser otra vez luminosos, disfrutables y placenteros. Aunque el sol tiene ya días extrayendo a las personas abundante sudoración, nosotros apenas nos enteramos de ese su acostumbrado e impertubable pasatiempo de sorber el seso y evaporar el agua de la gente. En estos días vuelven a nuestros oídos las felices arengas de los habitantes arbóreos, a nuestra naríz los aromas intensos de las olorosas gardenias y por nuestros ojos, libres ya de lágrimas sin tristeza, entran en tropel los colores del arco iris además de las muchas tonalidades lilas de los macuilis, del amarillo fosforescente de los guayacanes y del rojo carmesí de los nada timidos framboyanes.
1 comentario:
Bien por vos Mario nos habia tenido completamente desinformado, de tus acostumbrados escritos descriptivos y elocuentes, detallitas con pocas palabras, adenás que nos has hecho recordar a Juan Rulfo escritor de la novela Comala y, de sus ¨habitantes¨ vivificados por la pluma, saludos de nuevo y que no te alejes tanto del teclado, para seguir en la lineas de la escritura que amablemente nos das...
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