Es la vivienda que rentamos para Ale en Villahermosa y en la que nos quedamos Gladis y Yo de lunes a viernes. En su interior todo es chiquito, como casa de muñecas. No es fácil desplazar mi cuerpo rollizo entre estos espacios liliputienses en donde parado es posible tener a la vez la panza en la cocina y el trasero en la sala. Lugo, al estar el depa en un tercer piso, uno sufre con la idea de olvidar algo apenas traspasar la puerta. En este punto, es Gladis la que más padece. Ella y las escaleras nunca han tenido buena relación. Las utiliza solo en casos de extrema necesidad y su paso por ellas es necesariamente flemático aún en situaciones de emergencia. Acomete cada escalón como si estuviera ensayando una plácida coreografía de taichi y cada descanso lo utiliza para contemplar largamente los pajaritos. Casi siempre al final del día me hace un recuento con mucho pundonor de la cantidad de veces que subió y bajó esas condenadas escaleras.
1 comentario:
Mi querio cuñado solo de pensar subir escalos por eso no voy al cielo, los escalones son una amenaza a mis pies, solo de pensar que a cada rato subir escaleras no quiero ni pensar subir a donde toda marcha bien, segun los entendidos, por lo que me compadezco de vosotros, saludos...de echo es mejor subir escalones que encontrar por estos caminos a ratas de dos patas acechando por uno...
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