Visitas de la última semana

lunes, julio 09, 2012

la visita de Rina

El viernes llegó Rina de visita. Traía todos sus aparejos en una maleta rodante color rosa cuya tapa estampada con bolitas blancas le daban la apariencia extravagante de una enorme mariquita albina de caparazón cuadrado. Me recibió con el dinamismo de siempre pero sin perder ni un instante el garbo que caracterizan su heredado abolengo y su rancio pedigree. No había terminado de abrir la puerta cuando ya estaba saltando a mis pies moviendo la cola e impidiéndome el paso en demanda del afecto que corresponde a su condición de princesa. Su interpretación del papel de diva lisonjera la hace merecedora a un Oscar a la mejor actriz canina del sureste. Esta innata capacidad histriónica la hace capaz de ablandar corazones tan duros como el granito y ablandar el moco del más ceñudo ermitaño. Con todo este amasijo de recursos adulatorios me recibió a mi llegada con el invariable saludo que ella tiene ya bien ensayado: se para recta sobre sus patas traseras y posa las delanteras a la altura de las rodillas para después mirarle a uno a través del fleco de pelos que cubre sus ojos mientras revolotea jadeante alrededor con su diminuta lengua de fuera. Rina es un fino dulce de algodón de orejas negras colgantes con manchas color canela en el lomo. En su hocico es difícil distinguir donde termina la nariz y donde inicia la boca, lo único destacable cuando se le mira de frente es un manchón negro que le corona la trompa. Su apariencia esponjosa es puro camuflaje pero es suficiente para proyectar esa ostentación fastuosa que define su figura. Este secreto femenino queda totalmente al descubierto tan pronto se le acaricia. Sus dueños se fueron al DF en pos de arcanos misterios teniendo que dejarla a resguardo muy a pesar suyo en manos quizás inclinadas algo a la ligereza. Rina y Dobby tienen una bonita amistad ensombrecida solo cuando a Rina se le ocurre morderle sus secas canillas. Eso sí, Dobby prefiere cortar por lo sano cuando a Rina le sobreviene la idea genial de jugar "a que te acecho y te destripo" juego tras el cual Dobby siempre queda con los ojos más saltones y apenas sostenido por unos canutos tembleques.

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