Hace tiempo mi hija Alejandra me reconvenía por no poder ejecutar dos tareas a la vez. Me argumentaba que es del dominio publico que las mujeres son capaces de hacer esto y más. Si bien es cierto que cualquier persona puede hacerlo, también es cierto que la mayoría de las veces no hace bien ni una ni otra. Hace unos días me topé con un tipico ejemplo que contradice dicha aseveración. El hecho fue como sigue. Me encontraba estacionado en un cruce de calles esperando la luz verde del semáforo. De pronto escuché el conocido ruido que las llantas hacen sobre el asfalto cuando se oprime el freno rápido y a fondo. Fue entonces que vi sobre la banqueta de la calle perpendicular a mi trayectoria a una mujer como de 20 años con su mano izquierda sosteniendo el celular en su oído y la derecha levantada en señal de alto. Estaba parada a la mitad del primero de los dos carriles de la calle y muy cerca de la defensa de la camioneta que segundos antes había quemado llanta. Sin dejar de hablar por teléfono avanzó unos pasos con la intención de cruzar el segundo carril que le faltaba y por el que circulaban sin restricción los autos. La camioneta seguía sin poder avanzar, la mujer seguía hablando por teléfono con la mano derecha levantada, y sobre el segundo carril continuaban circulando carros. Intrépidamente, y sin interrumpir su conversación telefónica ni un momento, se lanzó a la conquista del segundo carril con la mano derecha levantada confiando ciegamente en el salvoconducto que le otorgaba su calidad de peatón y de mujer (por aquello de poder caminar y hablar por teléfono a la vez). Escuché más chirriar de llantas, voces y gritos. Ella, sin perder el garbo y la gracia, llegó a la banqueta contraria con una risita dibujada en los labios producto más de la conversación telefónica que del nerviosismo por haber estado tan cerquita a la muerte. El semáforo cambió de luz permitiendome seguir y ella continuó hablando por teléfono como si nada. Es cierto que no cualquiera tiene por costumbre hacer dos cosas a la vez. Solo lo hacen de este modo los que tienen muy desarrollada la cualidad de ser atrabancados por no decir otra cosa.
Visitas de la última semana
jueves, noviembre 22, 2012
miércoles, noviembre 21, 2012
Hace años 1
Gladis y yo fuimos a Reforma el domingo. Compramos tacos de cabeza en el puesto de Martín y los comimos en casa de mis suegros, Doña Matilde y Don Lucio. Siempre disfruto las platicas con Don Lucio. Me gusta oír sus relatos de la vida en Reforma cuando él era joven. En esta ocasión me contó que en aquel tiempo (en la década de 1940 cuando tenía alrededor de 10 años) la vida en Reforma era apacible. En su memoria está fresco el recuerdo de los días en que sus familiares adultos desmontaron (para sembrar) el área que hoy ocupa la colonia Las Cactaceas y de como, una vez despejada de arboles y de follaje se convirtió en lugar frecuentado por los venados. Rememora que una noche a sugerencia de un familiar suyo se armó rápido una partida de caza. Marcharon entonces con sus bártulos entre los que figuraban rifles y lamparas de minero. Los cazadores regresaron de madrugada cargando en sus hombros un pesado venado macho de espléndida manufactura y gran cornamenta. Para transportarlo le ataron las patas delanteras e hicieron otro tanto con las traseras para luego deslizarle una larga rama entre los amarres de sus patas. Cuando se mataba un animal, comenta, una parte de la carne se salaba y la demás se regalaba. Así dictaba la vieja tradición. Había mucha variedad de animales de caza, como el puerco de monte (jabalí), el puerco que llamaban tamborcito por el ruido que hacia al caminar en manada, y el famoso tepezcuntle. Del tamborcito recuerda su mal genio y de las advertencias que corrían de boca en boca y en las que se recomendaba encarecidamente a los ambulantes treparse al árbol más cercano al menor indicio de la susodicha onomatopeya. Así era de violento este animalito. Era sabido que aquel desafortunado que pasaba por este lance y cargaba arma, desde su alta posición arboricua tenia que matar al líder de la manada para que los otros lo dejaran en paz. Entonces los tamborcitos se abalanzaban sobre el cadáver de su líder recién muerto y se lo llevaban en pedacitos. En aquel tiempo no había refrigeradores ni luz eléctrica con la que funcionaran. No había caminos ni carreteras. El único medio de transporte viable a la ciudad de Villahermosa era el agua en lanchas con motor fuera de borda. Me contó también de su afición a la pesca con tarraya y con arpón. Su casa estaba a orillas de la laguna. Entonces sus aguas eran cristalinas y los peces se miraban desde la superficie. Eran grandes y se contaban por cardumen. Se pescaba el bobo y la tenguayaca por docenas con solo aventar unas cuantas veces la tarraya. En aquellos tiempos no había lujos en Reforma pero nunca faltaba la comida en la mesa de sus pocos habitantes. Mas bien sobraba. Todo esto es recordado por Don Lucio con particular alegría, como si todos estos recuerdos le hicieran vivir otra vez aquellas emociones como la de estar junto a sus seres queridos que ahora viven solo en la memoria de quienes los conocieron.
viernes, noviembre 16, 2012
Al abordaje 1
Pensándolo bien, abordar un avión tiene su gracia. Aquellos que lo hacen regularmente llegan al aeropuerto con una hora de anticipación cuando el vuelo es nacional. Yo recomendaría llegar como mínimo una hora y media antes. Nunca está de más un colchoncito para poder solventara cualquier imprevisto que pudiera surgir en el camino. Ya en el aeropuerto hay que dirigirse a la aerolínea correspondiente para documentar el equipaje y recibir el pase de abordar si aun no se cuenta con él. En este punto si no se muestra una identificación ya valió grillo el asunto. El equipaje documentado (el que deberá viajar en el compartimento de carga del avión) no deberá exceder de 23 kg. Si esto llegara a pasar se cobraría exceso de equipaje. Esta penalización además de quitar tiempo es un desfalco al bolsillo. Lo más prudente sería preguntar el limite de peso que la aerolínea permite transportar al momento de comprar el boleto. Además, uno puede subir al avión con una maleta pequeña de mano siempre que no rebase el peso ya señalado ni el tamaño del maletero del avión. Por lo general las aerolíneas tienen en el área de documentación una caja con la dimensión estándar del maletero del avión. Si la maleta no entra en esta caja tendrá que viajar sin remedio junto a la otra en el compartimento de carga. Las maletas que viajan en este compartimento son etiquetadas y el dueño recibe un ticket por cada una de ellas que el empleado pega en su pase de abordar. Hay ciertos artículos restringidos por las aerolíneas que no se permiten llevar a bordo. Los perfumes en recipientes mayores a 100 ml son uno de ellos. Aerosoles nada. Aguas. El empleado de la aerolínea le informa al pasajero a la vez que marca en su pase de abordar el numero de sala de abordaje, la hora a la que tiene que llegar a la sala y el numero de su vuelo. Lo que viene a continuación es lo más engorroso del proceso: pasar la linea de seguridad. Estando ahí hay que desprenderse y depositar en una caja de plástico todo lo que uno lleva en los bolsillos, el reloj de pulsera, el cinto, el teléfono y todo adorno metálico que uno pueda llevar colgado (también los zapatos si tienen casquillo o partes metálicas). Hay que sacar de su bolso Lap Top y IPad y depositarlas aparte en otro contenedor. Luego hay que hacer pasar ambos contenedores junto con la maleta de mano por la máquina de rayos X. Después debe pasar uno mismo por otra máquina detectora de metales. Por último, si esta máquina es quisquillosa y se le ocurre pitar cuando el cuerpecito de uno pasa por ella, le hacen a uno adoptar pronto la posición del Cristo Redentor para luego escanearle a uno manualmente hasta las ideas.
lunes, noviembre 05, 2012
Escenas fugaces 2
Desde que mi Papá decidió probar suerte en Guadalajara allá por el año 1965, regresé una sola vez a la Soledad Jalisco, la tierra de mi niñez. Soy malo para datar sucesos, pero si me obligan, les diré que fue un año mas o menos cercano a 1975. Por alguna razón que ya extravió mi memoria entre tantos estantes polvorientos de que está llena, no les podré decir que tripas motivó aquel viaje. El caso es que mi hermano Chuy y yo preparamos cada uno su maleta y nos dirigimos de buen ánimo a la terminal de autobuses de Guadalajara. En aquel tiempo esta terminal ostentaba aún la distinguida categoría de terminal de primera. En su exterior se vendían los entonces tradicionales birotes salados que median como un metro de longitud. Era medio día a mitad del año cuando llegamos a la cabecera municipal Huejuquilla el Alto. No creímos necesario avisar a nadie de nuestro viaje, razón por la cual nadie supo de nuestra llegada. Así éramos de sagaces y de prudentes. A esa hora todavía teníamos por delante un buen tramo que recorrer para alcanzar nuestro destino. Seguro que la idea era llegar de sorpresa a la casa de mi tío Encarnación en la Soledad. Jesús se tuvo la suficiente confianza como para llegar a nuestro destino sin más ayuda que la brújula de su memoria. Emprendimos entonces el camino a pie. Doblemente sagaces y precavidos. Todo lo que yo recordaba de aquel trayecto que recién íbamos a caminar era que antaño se atravesaba a lomo de burro, mula o caballo y que las poquísimas veces que lo recorrí de niño se me hizo poco menos que perpetuo. Lo que mi memoria guardaba de él era un pedazo de terreno pedregoso y deshabitado como de 20 kilómetros, sembrado de arbustos redondos y achaparrados conocidos como huizaches, además de muchos nopales de alturas y anchuras muy variados. Era ya de tarde cundo, de buen ánimo, empezamos a caminar al paso que nos permitían nuestras pesadas maletas. El ánimo empezó a decaer cuando el peso de las maletas empezó a hacer estragos en los entumecidos brazos. Además, el camino estaba muy lejos de ser todo lo transitable que imaginé. Las piedras filosas y las ramas secas de las márgenes hacían que nuestro desplazamiento fuera cada vez más lento y pesado. El ocaso nos sorprendió muy disminuidos en ánimos y en fuerzas. Para colmo de males nos empezó a llover ¿Que faltaba para empeorar nuestra ya precaria situación? Muy pronto lo sabría. Según los cálculos de Chuy llevábamos poco más de la mitad del trayecto recorrido. Si a estas alturas del camino nos hubieran ofrecido la oportunidad de abandonar lo que hace un rato considerábamos diversión y aventura de buen talante lo hubiéramos aceptado. Ignoro en que momento perdimos el camino. No reparé en ello hasta que Chuy no aguantó más y me lo dijo. Ya para ese momento no era capaz de ver ni mi propia mano con el brazo extendido. Solo aquellos desdichados que han tenido que caminar de noche en un monte, sin vereda, sin luna ni estrellas, y sin una linterna, entenderán a que me refiero. pronto la realidad nos rebasó. La lluvia, la negrura de la noche, el cansancio, los frecuentes tropiezos con piedras, nopales y huizaches, las constantes caídas en pozos y zanjas, y la cautela (por no decir miedo) a las víboras y alacranes, todo esto nos persuadió de no continuar con nuestra descabellada intención de llegar a destino a cualquier costo. Escogimos para pasar la noche un árbol que nuestras cabezas encontraron a costa de un chichón. Nos sentamos con la espalda apoyada en su tronco y nos dispusimos a pasar la noche bajo el precario cobijo de sus mondas ramas. Nada podíamos hacer para librarnos de semejante situación. Estábamos empapados y llenos de lodo. Cuando creía que ya habíamos tocado fondo, sentí unos pinchazos como de alfiler en todo el cuerpo. Eran hormigas que defendían el acceso a su hormiguero que les habíamos tapado con nuestros magullados traseros. Doloridos, empapados, ateridos, cansados, hambrientos y llenos de ronchas intentamos dormir en aquella obscuridad total. La negrura y el silencio absolutos agudizaron nuestros sentidos. Fue entonces que escuchamos los perros ladrar como en el cuento de Juan Rulfo. Los ladridos llegaban muy amortiguados lo que significaba que venían de muy lejos. Poco después, mirando en la dirección en la que intuíamos venían los ladridos, observamos a través de la inexpugnable noche, una fila de luces rutilantes que se desplazaban lentamente. Con mucha imaginación, pensamos, podrían ser personas con ocotes encendidos caminando una tras otra. Estas señales nos dieron el animo para reanudar la marcha en esa dirección haciéndonos olvidar los riesgos que con toda seguridad nos esperaban agazapados más adelante. Después de otra tantas caídas y más tropezones con nopales, cercas y huizaches, llegamos por fin a nuestro destino. Calculo que serian como las diez de la noche cuando estábamos atravesando el arroyo, único obstáculo que nos separaba de la casa de mi tío Encarnación. Lo huevos de rancho que cené aquella noche fueron los más ricos que he comido desde que tengo uso de razón. Al día siguiente nos informaron que estaban construyendo una carretera para comunicar Huejuquilla con la Soledad razón por la cual el camino real original había sido borrado en algunos tramos por la nueva carretera de terraceria. Ahí teníamos pues la causa de nuestro extravío. Días después supimos también que había fallecido un niño aquella fatídica noche y que las luces que nos sirvieron de guía a mitad de la noche las utilizaban las personas que se dirigían al velorio.
viernes, noviembre 02, 2012
Palabras endémicas 2
En el lenguaje coloquial de Tabasco y Chiapas existen dos palabras que me desconcertaron (y descontaron) cuando las oí por primera vez. Otra vez fue Gladis la que me soltó un día de sopetón lo que para mi fue como cantonés exaltado. Cuando me las dijo quedé, a ojos de un observador externo, con los labios apretados tratando de contener a duras penas las preguntas que como amasijo querían salir todas en bola. La complicación mayor de estas palabras es que no cuentan con asidero para que el cerebro las pepene y las mantenga quietecitas el tiempo suficiente para bien memorizarlas. La primera de estas palabras que bien podría desempeñar el papel de acertijo es "trasqué". El contexto en el que Gladis utilizó esta palabra aquella primera vez, fue ya víctima del olvido, por lo que inventaré otra situación cualquiera para que sirva de ejemplo. Supongamos que una mañana usted me encarga un libro que le interesa leer aprovechando que al medio día estaré en una librería. Supongamos también que en la tarde de ese mismo día nos reunimos en un café para platicar como todo buen mexicano instruido en twitter y facebook, de la mejor manera de enderezar este recochino mundo mientras tomamos una buena y humente taza de café. De pronto, a mitad de la sabrosa platica se me viene a la memoria que olvidé traer el recanijo libro y, sin agua va de por medio, sin salivita siquiera, exclamo a viva voz diciendo ¡Trasqué el libro! Después de ver que usted pone los ojos como dos platos fruteros, le aclaro algo avergonzado que acabo de recordar que olvidé traer su muy encarecido encargo. Visto de esta forma, "trasqué" es una expresión que denota algo olvidado que se acaba de recordar. La segunda palabra parece fácil, figúrese si no. Es el verbo "prestar". Mmm ¿y donde está la complicación? preguntará usted. Pues bien, Imagine que un día se lamenta usted, ante mi rolliza persona, de no haber conseguido un dinero que necesita. Yo, a manera de mitigar su congoja por no poderlo ayudar le sugiero que "se lo preste al banco". Usted me dirá indignado que no es cosa para burlarse, o pensará tal vez que soy débil de entendedera por lo que seguramente me repetirá que lo que quiere es "recibir dinero" no "darlo". Yo le explicaré entonces que lo que realmente quise decir con "prestarle al banco" fue que usted le pida al banco el dinero que necesita ¿Extraño verdad?
jueves, noviembre 01, 2012
Palabras endémicas 1
Cada lugar tiene en su lenguaje cotidiano palabras endémicas que identifican inequívocamente a quien las dice como originario de ese lugar. Algunas de estas palabra o expresiones son graciosas y producen una risa espontánea y sincera en quien las escucha por primera vez. Son también una buena forma de medir el ingenio y el carácter guapachoso de quienes las utilizan con acierto en las mas variadas situaciones. Su empleo requiere, para que cuajen y surtan el efecto deseado, de un timbre de voz especifico, seguido de los ademanes y gestos corporales indispensables que son muy difíciles de imitar para cualquier improvisado u ocurrente advenedizo. Gladis ha sido para mi una fuente inagotable de estas frases y palabras singulares. Las escucho de ella con frecuencia y desde hace tanto tiempo que ya han perdido para mi su carácter de rareza y poco a poco se han venido incorporado con las mías sin hacer mucho mitote. Un par de estas expresiones son "Don Ese" y Doña Esa". Estas frases las utiliza cuando una persona desconocida para ella (o conocida solo de vista) le hace o le dice algo que le molesta o con lo que no esta muy de acuerdo. Entonces se refiera a ella como "Don Ese" si el susodicho carcamán es hombre o "Doña Esa" si la aludida interfecta es mujer. Esta expresión oída de sus labios es como una bala de alto calibre disparada por un arma de esas que los noticieros llaman de uso exclusivo del ejercito. Por ejemplo, hace un par de semanas solicitamos a un aluminero nos arreglara con carácter de urgente unas ventanas. Con la solemnidad de un sacerdote nos prometió que al día siguiente quedarían suaves y relucientes. Pasados 15 días sin tener noticias de tan exagerado embustero, a los ojos de Gladis se ganó a pulso y con mención honorífica el motete de "Don Ese".
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