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viernes, diciembre 23, 2005

Tocar de oído

Un boletín de librosenred.com publicado el 9 de diciembre, recopila algunas expresiones graciosas usadas por la nueva generación de pujantes administradores para sustituir expresiones utilizadas en el pasado por la gente común. Por ejemplo, a lo que llamábamos anteriormente “trasladar la propia ineficiencia”, ahora lo llaman ”outsourcing”; lo que antes era un “vendedor” ahora le llaman “ejecutivo de cuenta”, y a lo que antes se llamaba “tocar de oído algunos temas” ahora es llamado “consultoría”. Estas expresiones retomaron una nueva dimensión luego de que yo participara junto a un grupo de personas de varias especialidades en un proyecto cuyo propósito era realizar un análisis de riesgo del sistema eléctrico del complejo conducido por una compañía consultora de la cual prefiero omitir el nombre. Como era natural, me vi enfrentado al dilema moral de decidir si era mi deber enseñar primero a los consultores los oscuros recovecos esotéricos a donde van a esconderse los electrones durante las fallas eléctricas, o de plano, hacerme como el Tío Lolo y suponer que los involucrados sabrían agregar valor al trabajo impulsados por su alto sentido de responsabilidad y apoyados en sus “amplios” conocimientos en el tema. Porque han de saber ustedes que uno de los pilares principales del “trabajo en equipo” según la perspectiva de estos nuevos administradores, es la diversidad de pensamientos dizque para evitar paradigmas, ¡vaya pamplinas!. Con el fin de no insultar el intelecto de los compañeros con mi retórica descriptiva de los gustos enfermizos que estas partículas infinitamente pequeñas tienen y de las cuales solo conocemos sus efectos, preferí entonces acogerme a mi derecho de guardar mis creencias respecto a este mundo abstracto y aparentemente caótico, arto difícil de explicar. De plano, el consultor jefe, ingeniero químico de profesión y un currículo deslumbrante –en el que recaía, según mi estrecho entendimiento, la responsabilidad de llevar a buen término el proyecto- nos comunicó sin ninguna demora lo siguiente: “nosotros no estamos aquí para enseñarles nada (¿?), solo les ayudaremos a ordenar lo que ya tienen”. ¡Qué cinismo y que poca vergüenza! –pensé-. Su posición fue clara: ustedes dictan y nosotros escribimos. Con esta ingrata perspectiva, iniciamos con reticencia el laborioso trabajo encomendado. Así las cosas, pensé mantener por convicción, una posición tímida durante el desarrollo del proceso –un perfil bajo según la nueva jerga administrativa- para regodearme a placer con las idiotas estrategias de nuestros brillantes asesores. Pero por más empeño que puse en el cumplimiento de este propósito, al final se malogró. Esto sucedió más que nada a causa de mi innato sentimentalismo de no soportar ver ahogarse frente a mí a uno de mis prójimos permaneciendo mientras tanto como un pasivo observador –aunque no se lo merezca-. Aún así, me limité solo a agregar valor a las “formas” permaneciendo al margen en los conceptos de fondo. Considero chocante hacerle el trabajo a este tipo de personas y de paso enseñarles lo que supuestamente vienen a enseñarnos. Siempre que un grupo -como en el que ahora participo- termina un proyecto, los consultores invariablemente dicen: “hicieron un magnifico trabajo”. Cundo estos mismos consultores presentan los resultados ante las autoridades que contrataron sus servicios, invariablemente dicen: fue un grupo muy “receptivo”. Entonces se van a sus casas con sus cuentas abultadas y el cerebro rebosando de conceptos nuevos aprendidos que luego aplicarán en el siguiente “grupo receptivo”. Los consultores siempre venden a los incautos la idea de que sus negocios son siempre del tipo “ganar-ganar” para referirse a los beneficios que tanto ellos como sus cliente ganan con la unión de ambas “experiencias”. Vivan los business.

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