Estando en GDL fuimos una vez mas a Mazamitla por invitación de mi hermano Guy. Fue grato estar una vez más en contacto directo con la naturaleza. Esta vez pasamos dos noches y un día disfrutando el aire fresco y limpio del bosque. Disfruté de las mañanas neblinosas y del susurro hermoso que el viento producía al pasar por el dosel de agujas formado en la copa de los robustos pinos. Me reconforté en las noches con el crepitar de la leña resinosa ardiendo en la chimenea mientras me arrellanaba en el sofá entre cobertores y almohadas. Me relajó recorrer los caminos empedrados y estrechos que serpenteaban entre pendientes pronunciadas amurallados casi siempre por cabañas rústicas o enormes pinos impregnados de rocío. Escuché con frecuencia el murmullo de algún riachuelo despistado al recorrer su trayecto irregular bañando con su cristalina sustancia las rocas musgosas de su camino. Pude observar la gruesa alfombra natural del bosque formada de hojas, ramas, agujas y piñas de pino que invitaban al paseante a recorrerla. Me fue posible observar a las ardillas juguetear con gracia y saltar de un pino a otro por los puentes formados por las ramas esbeltas entrecruzadas en lo alto de las copas. Disfruté de los amplios jardines ricos en plantas de ornato colmadas de flores de vivos colores que contrastaban siempre con la carpeta verde que formaba el pasto tupido y magníficamente recortado. Gladis se quejó un poco de lo frío del agua, pero a excepción de esto disfrutó igual de la tranquilidad y la paz que transmitía el lugar. Ale se divirtió de lo lindo en compañía de primas y primos sin resentir para nada el cambio brusco de temperatura. Pedro por su parte, seguramente tratando de habituarse a su futura condición de exiliado, lo observé algo retraído. Nos dimos una vuelta nocturna por la plaza en la que casualmente se rendía homenaje al patrono del pueblo. Aquello estaba abarrotado de personas. La mayoría de ellas vistiendo sus mejores trapos, daban vuelta alrededor del quiosco en el que una orquesta tocaba instrumentos de viento, interpretando claro esta, música de banda. Otro grupo de personas se reunía en torno a los juegos mecánicos disputándose entre si un lugar para sus hijos mientras que otros se enfrascaban en la compra-venta de todo tipo de productos característicos de las originales verbenas populares. Pude observar en un rincón de la plaza los últimos toques que los artífices de los fuegos artificiales hacían al típico “castillo” que tenían programado encender a las 12 p.m. Dejamos la plaza antes de las 12 p.m. con el firme propósito de dormir temprano y estar en GDL a las 8 a.m. del día siguiente para que Tania alcanzara a llegar a sus clases.
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