Mantener mascotas en la casa requiere de mucha paciencia y responsabilidad. Siempre se me ha recriminado mi poca disposición para aceptar animales en casa, sin embargo, con todo y eso los hay. No he estado conforme con la vida que le hemos dado a nuestras queridas mascotas. En más de una ocasión me he sentido responsable de la poca atención que les dedicamos. Vivimos en una colonia privada en la que no es conveniente que los perros caminen libremente por sus calles. Por esta razón, niño y patón han venido resintiendo la migración de nuestros hijos. Ya no hay nadie en casa con la suficiente energía como para darles un paseo por las áreas verdes de la colonia y den rienda suelta a su olfato. Definitivamente son parte de la familia, pero pareciera que son familiares de segunda, confinados la mayor parte del día (por no decir todo) en un área restringida. Niño ya es un anciano casi ciego. Es incapaz de encontrar por si mismo su propio plato de comida. Patón, su compañero inseparable, tiene un tumor en la cabeza que esperemos no sea maligno. La vida de ambos se reduce a ladrar a toda alimaña que se acerca, a comer y a dormir. Eso si, tienen su ventilador que los refresca en épocas de calor, su propio cuarto con patio amplio, y de vez en cuando, Gladis les arrima una palangana con agua y hielo en la que patón se regodea cuando el sol calienta en serio. Aún así, pareciera que esta mala atención que proporcionamos a nuestras mascotas es solo una percepción mía. Pareciera que nuestra casa tiene una especie de atracción que los animales no encuentran en otros hogares vecinos. Nuestra vecina (que vive a dos casas de la nuestra) tiene un particular gusto por los animales de granja. Primero trajo un par de gansos. Estos emplumados adoptaron nuestro jardín como su hogar, así sin más. Gladis protesta por las “gracias” que dejan diariamente en su puerta, en su corredor, en su cochera, etc. En otras ocasiones tiene que correr tan rápido que el cotón le vuela debido a que creen estos avechuchos que la impertinente bípeda ha violado su espacio vital, entonces la persiguen como auténticos energúmenos. Pedro ya les hizo hasta su chapoteadero ¡Háganme el favor! Poco tiempo después aparecieron también en nuestro jardín un gallo y su consorte la gallina, y también les gustó nuestro jardín como su lugar de caza favorito en donde engullen gusanos e insectos que da gusto verlos. Hace apenas unas pocas semanas, empezamos también a recibir la visita de un perro chihuahueño negro, muy pizpireto y desinhibido, perteneciente a la misma vecina. Esta pelota de tenis con patas pareciera como si espiara escondido a que alguien abra la puerta de nuestra casa para colarse como bólido sin que se pueda hacer nada por detenerlo. En una ocasión en que llegaba del trabajo, alcancé a ver de reojo que esta pelota negra me seguía cautelosamente y se ubicaba atrás de mí a la hora que me disponía a abrir la puerta. Entonces miré rápidamente hacia atrás desde mi derecha para hacerle notar que lo había descubierto, pero no vi nada. Me dispuse a entrar, y después de cerrar la puerta por dentro, me di cuenta con sorpresa que el perro maleante ya andaba olfateando dentro de la casa todo lo que se interponía en su camino. Después, Gladis me informó que eso mismo se lo había hecho a todos. Solo falta recibir la visita de patos, guajolotes y marranos. Haber cuando.
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