Cuando me sale al paso un problema que tiene el potencial de hacer daño, inicialmente tengo el control para pensar o no en él. Si la solución no se me revela rápidamente y ya agoté las líneas de investigación obvias, entonces (y sin mi autorización), se me enciende automáticamente un interruptor en la cabeza que le ordena a las neuronas trabajar febril y dedicadamente en el asunto. En adelante, mi voluntad se ve relegada a segundo término y toda mi capacidad de hardware y software se pone a merced de los procesos electroquímicos de mi masa encefálica. Este proceso agotador continúa hasta que resuelvo el problema, o bien, hasta tener la certeza de que no tiene solución viable. Mientras la solución no aparece, se me niega el dormir y el comer. El estomago se olvida de hacer bien su trabajo, no escribo, tampoco leo, y lo que es peor, no puedo controlar nada de esto. Soy un camicaze. ¿Habrá alguien que se salve de este proceso?.
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