Mi sobrina Marisol se casó el día de ayer. Recuerdo que de niña le gustaba tener siempre el reverso de su mano sobre sus labios. Siempre silenciosa. Este hábito era un refugio lleno de confort al que acudía toda vez que quería seguridad. Ahora ya no necesita sustraerse del exterior mediante este recurso. En nuestra última conversación escuche a una mujer segura, receptiva y tolerante, que defiende con respeto sus creencias. Aquél primer hábito ya quedó atrás, aunque a veces se le rebela. Espero que le vaya bien en esta nueva etapa de su vida. Será hora de aplicar lo que ha aprendido y convertirlo en oportunidades para su futura prole. Hubiera querido estar ahí acompañando a Chuy y a Adelita. Felicidades mi Sol.
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