Desde ayer me empezó un dolor que se dio a la tarea de espantarme el sueño toda la noche. Mi sueño era interrumpido por un dolor agudo en la parte baja de la espalda cada vez que mi cuerpo quería cambiar de posición. A las 5 de la mañana decidí tomar acción y me levanté con mucho remilgo a tomar un analgésico. El paliativo no sirvió de mucho y las punzadas continuaron robándole tiempo a mi descanso. Me levanté aún medio dormido con la certeza que este día no iba ser muy halagüeño. Conforme las horas del día avanzaban el calor se sumaba a la conspiración de hacer más improductivo mi trabajo. De plano, hoy fue un día de achaques y de recordatorios constantes del acercamiento al medio centenar de años al que me dirijo tan rápido que “me vuela el cotón”.
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