Siempre me han gustado las gardenias en los jardines. Sus flores de color blanco puro trasmiten oleadas de tranquilidad al ojo cansado que las mira. Su olor…ah, esa briosa fragancia dulce que penetra arrolladora en los desprevenidos hoyancos nasales. Sus pétalos ofrecen caricias de terciopelo a los de ánimo menguado. En fin, conociendo Gladis mi debilidad por este arbusto perenne plantó en nuestro escuálido jardín una pequeña plantita. La sembró a un costado de la puerta con la feliz intención de que cuando se desatara la abundante floración (he de confesar que nuestras expectativas eran altas) fuera lo primero que miráramos al llegar o salir de casa. Nada salió como esperábamos ya que a cuatro años de aquella plantación apenas nos ha regalado 3 coquetas florcitas. ¡Ha de ser macho! –dice despectiva Gladis cada que repara en el frondoso breñal cubierto de hojas de 1.7 metros de altura en el que se ha convertido. Agregado a su condición de puque (palabra utilizada en esta comarca para referirse a las gallinas que no ponen huevos) le cayó la plaga del algodoncillo que hace crecer a las hojas como auténticos cuasimodos. Las hojas que logran desarrollarse normalmente son afectadas después por un amarillamiento que produce en quien las ve hartos sentimientos mustios. Tratando de componer este desastre, el año pasado Gladios compró otra gardenia. Ahora la dejó en maseta pensando en que el terreno era el culpable de tan mala producción. La compró con muchas flores para asegurar la buena fertilidad. Después de un año de la nueva adquisición ha permanecido tan puque como la anterior. Decidimos intentar otra estrategia para remediar la situación. Estudiamos con ahínco en Internet los gustos y necesidades de las gardenias. Fuimos al supermercado en diciembre dotados de profusa información con la firme intención de terminar con tan magra fertilidad. Logramos el milagro con una combinación de vitaminas ricas en hierro para la tierra, una buena fumigación a sus hojas, la remoción de maleza, aflojamiento de tierra alrededor del tallo y abundante agua. Ahora los botones se dejan ver en cada rama de ambas gardenias como preámbulo de una abundante y segura floración. Por fin.
Visitas de la última semana
viernes, enero 30, 2009
martes, enero 20, 2009
La comunión
Esta imagen del parque museo La Venta muestra los esfuerzos realizados por las autoridades tabasqueñas para proteger la integridad de los monumentos arqueológicos de la cultura Olmeca durante la inundación de 2007 (noviembre). Este parque es una de las atracciones turísticas más significativas del estado por ser el lugar en el que se resguardan los vestigios colosales de la cultura más antigua de toda mesoamerica: Los Olmecas. Estos símbolos de orgullo tabasqueño y patrimonio cultural de todos los mexicanos fueron utilizados por 3 integrantes de un culto (secta, según los medios) como elemento principal de un rito o ceremonia que tenía como fin, según algunas versiones no oficiales, exorcizarlas de presencias mailignas. Según versiones oficiales, las esculturas fueron rociadas con una mezcla de jugo de uva, aceite y sal dejándoles una mancha amoratada permanente que daba la apariencia de haber sido curadas con toques de violeta. Según versiones extraoficiales que circulan de boca en boca se trató de vino tinto, mezclado con aceite y sal. Así pues, esta acción parece indicar que la cabeza olmeca fue obligada a participar en una ceremonia en su honor (su primera comunión) para que su pecado de soberbia (dejarse adorar por los turistas) sea perdonado. Por consiguiente, tal vez para limpiar dicho pecado, fue rociada con la sangre simbólica del cordero: vino tinto. La congregación no tuvo problema en pagar la fianza de 300,000 pesos para liberar a sus fieles feligreses cuya honorable acción y alto sacrificio fue a todas luces en bien de la humanidad.
viernes, enero 16, 2009
Novela: Rebelión de la Granja de George Orwell
En mi opinión, en esta obra Orwell utiliza los recursos de la fábula para revelar poco a poco una sátira precisa y bien lograda de la Rusia comunista. Es una fábula porque Orwell se vale de los animales de granja para entretejer una historia de humor (negro) cuya moraleja se repite muchas veces en el desarrollo de la historia. Creo que es una sátira porque en cada animal se puede identificar con bastante precisión a su correspondiente humano (institución o país) real de la Europa de los 30. Podría pensarse fácilmente que el tema principal de la historia es el “cambio”, pero, desde mi particular punto de vista, los temas principales de la trama giran en torno al “engaño” y al “miedo”. Es una historia cautivante en la que se pone de manifiesto el papel preponderante que tiene el manejo de la información como medio persuasivo para alcanzar un fin. Orwell advierte en esta novela las consecuencias dolorosas que resultan de caer en las trampas de la fe. El caballo Boxer es el mejor ejemplo. El cerdo Napoleón existe porque Boxer y las ovejas existen. Sucede igual en el mundo real. ¿Por qué mucha gente cree en lo que se le dice aunque lo dicho no se corresponda con la realidad? Es un tema vigente y los ejemplos sobran en este mundo convulso.
Pachis
Se terminaron las vacaciones de Pedro. Regresó a Gdl el domingo. Regresó sin Pachis, su gato. Ahora el minino (de color miel, atigrado y boludo) deambula por este territorio como si nunca se hubiera apartado de él. Lo malo es que observa con ojos turbios a los cuyos que Ale tiene como mascotas mientras los asecha relamiéndose los chuzos blancos que tiene por bigotes. Ha tomado el hábito de afilarse las uñas en sillones y alfombra sin importarle la andanada de zapatos o de chanclas que le zumban la cabeza. Sale felizmente al jardín a practicar el arte de la caza con toda clase de insectos rastreros y voladores. Olisquea y asecha largamente los agujeros y juega despreocupado con todo objeto que se mueve. El zoológico aumentó. Nos acompañan en la casa 2 perros (niño y patón), dos cuyos (las gordas), un loro (paco) y un gato (pachis). El idilio y las andanzas de pachis terminan cuando le sale al paso un gato que suele vagabundear los alrededores. Entonces se engarrota adoptando una figura pétrea mientras el otro le ruge encorvado haciéndole patente sus malsanas intenciones.
miércoles, enero 07, 2009
Fin de semana en carretera 2
Después de pasar la noche en San Cristóbal con un terrible dolor de pierna en el muslo derecho sin duda producto de mi mala circulación y a las continuas horas al volante (me la pasé dando vueltas en la cama en gran pleito con los borregos que no se dejaban contar) me levanté como sonámbulo a darme una ducha con agua caliente para despabilar y sacudir la terrible modorra que tanto me amargó la noche. Después del desayuno nos fuimos en bola a dar un recorrido por el mercado de artesanías que por cierto estaba atestado con gente de todos colores y formas que pululaba entre los puestos como en una gusanera. Llamó mi atención que un tercio de los artesanos eran extranjeros del tipo mochilero (de rasta con borra y tatuaje colorido) que comerciaban collares, sortijas, aretes, etc. La artesanía expuesta era mayormente elaborada con ámbar que es un material muy común y representativo del estado de Chiapas (famoso por su pureza). Pasado el medio día retornamos al asfalto con rayas blancas ahora con dirección a Chiapa de Corzo con el firme propósito de no parar hasta llegar a la orilla misma del Cañón del Sumidero. Llegamos al famoso kiosco de Chiapa de Corzo único en su tipo construido con ladrillo rojo en el siglo XVI con la forma de la corona de los Reyes Católicos de España. Después de estar a la sombra del kiosco resguardándonos un poco del calor picante de la tarde nos dirigimos al embarcadero con las testas protegidas con sombreros y cachuchas para evitar las quemaduras del sol durante el recorrido en lancha que nos llevaría por el río Usumacinta hacia los altos despeñaderos hasta llegar a la presa chicuasen. El recorrido de dos horas de ida y vuelta valen bien la pena. Íbamos como 16 personas en una lancha rápida de potente motor que se alzaba continuamente sobre la cresta de las olas producidas por otras lanchas para caer estrepitosamente haciendo saltar el agua a los costados de la embarcación en medio de la algarabía de sus ocupantes. Nos vimos todos en la necesidad de quitarnos los sombreros y las cachuchas para evitar que el fuerte viento las arrancara de nuestras cabezas. Lo bueno fue que el sol ya estaba amainando y sus rayos eran detenidos por sendos relices que se alzaban a ambos lados del río. El fuerte viento nos arremolinó el cabello hasta dejarlo como chuzos de puerco espin. Toda incomodidad (que no fue mucha) valió la pena a cambio de los estupendos escenarios observados en el recorrido de alrededor de 80 km a través de montañas y bosques con todo tipo de aves, monos araña, cocodrilos…y plásticos. Regresamos al embarcadero ya en el ocaso y nos dirigimos inmediatamente a calmar el hambre que para esa hora ya era mucha. Le entramos duro a los tamales típicos; de mole, de bola, de elote, de chipilin, de masa colada, etc. Salimos de Chiapa de Corzo ya entrada la noche del domingo y paramos en Tuxtla Gutierrez por una chalina que doña Maty olvidó en el hotel donde pasamos la noche del viernes…de ahí, sin parar hasta Reforma Chiapas. Llegamos alrededor de las 12:00 pm bastante moliditos pero satisfechos.
lunes, enero 05, 2009
Fin de semana en carretera 1
Desde hace tiempo Gladis y yo habíamos venido aplazando por diversas razones un recorrido por el interior del estado de Chiapas. La semana pasada no se como salió a relucir el tema, lo cierto es que el viernes por la tarde me encontraba manejando en compañía de la familia rumbo a Tuxtla Gutierrez. Llegamos en la noche, cenamos y pernoctamos en este lugar. En la mañana del sábado ya estábamos de nuevo en la carretera con la idea metida en la cabeza de llegar a los Lagos de Motebello. Nos detuvimos a desayunar en San Cristóbal de las Casas envueltos en nuestra raquítica ropa de invierno con el fin de atenuar un poco la terrible sensación de frío que nos hacía tiritar sin control. San Cristóbal es una preciosa ciudad con todo el sabor de provincia, con sus casas coloniales, techos de teja y calles adoquinadas. Esta rodeado de bosques y montañas y se respira un aire fresco y cristalino. Así, ateridos con el frío de la mañana, a todos nos volvió el alma al cuerpo después del primer sorbo de un buen café capuchino. Después del desayuno continuamos nuestro recorrido ya sin escalas hasta los bellísimos lagos de montebello que nos recibieron como si fueran espejos en los que se miraba reflejado el alegre azul del cielo. Después de llenar nuestras retinas con estas bellas creaciones de la naturaleza y de llenar nuestros pulmones con las emanaciones de toda clase de aromas clorofilicos, retomamos la carretera ahora con rumbo a Chiflón. Ya en Chiflón, disfrutamos del río de agua azul y transparente que se abre paso entre innumerables cantos rodados llenos de liquen y de burbujeante espuma. Comimos en Chiflón antes de emprender el regreso a San Cristóbal de las Casas a pasar la noche entre sus casas de teja, su colorido y su extrema limpieza. Pedro se fue de antro con Maty y su esposo sin hacer caso de la frialdad de la noche que hacía salir vapor en cada respiración. Aquí Pedro tuvo su primer encuentro con una marcha en pro del EZLN que a las 12 de la noche llenaron de pintas el palacio municipal (originalmente de color blanco). Le extrañó ver pocos indígenas en la comitiva. Eran en su mayoría personas rubias de ojo azul –dijo. Es el turismo revolucionario –le informé. A la mañana siguiente pude constatar la transformación del centro histórico de San Cristóbal: de ser toda limpieza y pulcritud, a convertirse en lienzo lleno de graffiti digno de la mara salvatrucha. Algunas consignas que pude leer eran: viva la APPO, Viva PALESTINA, abajo el mal gobierno, etc, junto a sendos dibujos de Zapata y cabezas con pasamontañas.
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