Desde hace tiempo Gladis y yo habíamos venido aplazando por diversas razones un recorrido por el interior del estado de Chiapas. La semana pasada no se como salió a relucir el tema, lo cierto es que el viernes por la tarde me encontraba manejando en compañía de la familia rumbo a Tuxtla Gutierrez. Llegamos en la noche, cenamos y pernoctamos en este lugar. En la mañana del sábado ya estábamos de nuevo en la carretera con la idea metida en la cabeza de llegar a los Lagos de Motebello. Nos detuvimos a desayunar en San Cristóbal de las Casas envueltos en nuestra raquítica ropa de invierno con el fin de atenuar un poco la terrible sensación de frío que nos hacía tiritar sin control. San Cristóbal es una preciosa ciudad con todo el sabor de provincia, con sus casas coloniales, techos de teja y calles adoquinadas. Esta rodeado de bosques y montañas y se respira un aire fresco y cristalino. Así, ateridos con el frío de la mañana, a todos nos volvió el alma al cuerpo después del primer sorbo de un buen café capuchino. Después del desayuno continuamos nuestro recorrido ya sin escalas hasta los bellísimos lagos de montebello que nos recibieron como si fueran espejos en los que se miraba reflejado el alegre azul del cielo. Después de llenar nuestras retinas con estas bellas creaciones de la naturaleza y de llenar nuestros pulmones con las emanaciones de toda clase de aromas clorofilicos, retomamos la carretera ahora con rumbo a Chiflón. Ya en Chiflón, disfrutamos del río de agua azul y transparente que se abre paso entre innumerables cantos rodados llenos de liquen y de burbujeante espuma. Comimos en Chiflón antes de emprender el regreso a San Cristóbal de las Casas a pasar la noche entre sus casas de teja, su colorido y su extrema limpieza. Pedro se fue de antro con Maty y su esposo sin hacer caso de la frialdad de la noche que hacía salir vapor en cada respiración. Aquí Pedro tuvo su primer encuentro con una marcha en pro del EZLN que a las 12 de la noche llenaron de pintas el palacio municipal (originalmente de color blanco). Le extrañó ver pocos indígenas en la comitiva. Eran en su mayoría personas rubias de ojo azul –dijo. Es el turismo revolucionario –le informé. A la mañana siguiente pude constatar la transformación del centro histórico de San Cristóbal: de ser toda limpieza y pulcritud, a convertirse en lienzo lleno de graffiti digno de la mara salvatrucha. Algunas consignas que pude leer eran: viva la APPO, Viva PALESTINA, abajo el mal gobierno, etc, junto a sendos dibujos de Zapata y cabezas con pasamontañas.
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