Esta semana que recién termina fue de mucho trajinar en el trabajo. Este atosigue se está convirtiendo ya en una cosa de costumbre. Espero salir pronto de esta lluvia de madejas enmarañadas cuyo trabajo de escarmentar no exige esfuerzo físico pero sí deja grandes palpitaciones de cabeza. Por otro lado la lluvia se dio un respiro y el calor sustituyó a la fresca briza. Este paréntesis cálido sirvió para que los ríos escurrieran el exceso de agua que ya se estaba convirtiendo en algo amenazador. La neblina se dejó ver en las mañanas envolviéndolo todo con ese característico velo de misterio y de nostalgia. Es tradición vincular estas madrugadas vaporosas con la llegada de oleadas de calor en horas posteriores. Enmudecieron los truenos y se apagaron los relámpagos, una tregua exigua por lo que toca a la lluvia. En estos días pasados el cielo volvió a mostrarse azul con muy pocas nubes amenazantes. Esto es cosa pasajera ya que en los últimos dos años este mes se ha caracterizado por traer agua en abundancia.
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