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sábado, enero 28, 2017

Corte de caja

Pedro y Ale se fueron a sus respectivos lugares de acogida. Pedro a Guadalajara y Alejandra a NY. La casa vacía nos regresa a Gladis y a mí a la rutinaria realidad en la que generalmente viven los matrimonios de cierta edad avanzada. Mi realidad actual es pura movilidad. En mi porvenir inmediato se avizora un cambio de dirección a todas luces inevitable. La brújula apunta cada vez con mayor determinación hacia territorio Tenochca. Ante este horizonte tan neblinoso, el talante de Gladis es similar (así lo estimo) al semblante que tenía Malinche la víspera de su marcha a Tenochtitlán. La ventaja es que nosotros no cruzaremos las cumbres de maltrata ni el pico de Orizaba a pie como ella las cruzó en el siglo XVI. Kory, su esposo Alejandro y mi nieto del mismo nombre de 3.5 años de edad, están a pocos días de emigrar también a territorio Azteca. Mi queridísimo nieto extrañará el delicioso pozol y los exquisitos guisos de su abuelita pero conocerá también los sabores de nuevas delicias culinarias como las guajolotas acompañadas de atole calientito. Ale está a punto de matrimoniarse. Creo que su soltería terminará en este mismo año. Pensar en ello me trae cierto desasosiego por la tendencia xenófoba, racista y antiinmigrante del nuevo presidente de EU que ha despertado mediante su loco discurso fascista, nacionalista y narcisista la verdadera naturaleza de sus hooligans connacionales y la ha dirigido belicosamente contra todos los mexicanos. Pedro está pasando por una etapa de cambio. Está permutando sus hábitos y redireccionando sus obuses que ya no son de salva. Mientras escribo esto, llegan a mí (de una casa vecina) las notas de la canción “lo que te queda” de Los Solitarios que fue un éxito en mi adolescencia. Espero que no sea un presagio. Mi suegra Maty se fue al municipio de Rayón Chiapas. Recién vi una foto que la muestra tendida en un sofá con un gorro de tejido azul y cubierta de pies al cuello con una cobija lanuda gruesa. En Rayón hace mucho frío en esta época del año. Dobby y la Nena, que así se llaman nuestro perros chihuahueños, retozan en en su casita del patio abrigados entre frazadas y almohadillas. Pachis, nuestro andariego gato de pelo color miel está perezosamente echado en el sofá, seguramente recuperando fuerzas antes de emprender su diario recorrido nocturno en su familiar territorio urbano. Paco, nuestro loro, está quieto y sospechosamente silencioso. Afuera, la quieta noche envuelve las casas y se distrae con la cháchara de los noctámbulos de siempre.

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